A casa

07/07/2018 - 17:43 Javier Sanz

El fútbol, como todo, se ha globalizado y Marruecos puede acojonar a su vecina del norte aunque entrenen descalzos con una pelota de trapo.

Es donde mejor están, de vacío. Un improbable triunfo en el Mundial, como en Sudáfrica’2010 nos habría supuesto, dicen, 850.000 euros por seleccionado. Echen cuentas. La pantomima de este fútbol sobrevalorado se acabó. El esperpento de una selección que representa a todo un deporte llegó a Barajas con aires de funeral, pero el muerto resucita a finales de agosto. Ya están cargando las pilas del muñeco que nos soltarán antes del otoño para desviar atenciones, haciéndonos creer, pésimos trileros, que es la mejor liga del mundo.

Acudía la selección nacional de fútbol con las fotos todavía en color del presidente máximo, el de su federación, entrando a la cárcel. Lideraba –dicen- el equipo un seleccionador al que el indigno sucesor de Bernabéu capturó sin respeto alguno, sin esperar a que acabara el torneo, un entrenador bajo sospecha que había convocado a cuatro jugadores suplentes del equipo que entrenará la próxima temporada -¿hasta diciembre?- más otra promesa, Vallejo, que no rompe. ¿Quién se traga que acudía al Mundial sin “tocar”, llevándose a cinco, ninguno titular, de su futuro equipo? Oh casualidad.

Los dueños del teatro anuncian vedettes con varices como culebras que se ven desde el gallinero. Viejos que fueron, ya no, glorias y que iban a cortar el cupón por si acaso, pero, nadie lo ha entendido, el fútbol, como todo, se ha globalizado y Marruecos puede acojonar a su vecina del norte aunque entrenen descalzos con una pelota de trapo. Confunden los sabios tertulianos la liga española con la liga en la que juegan los mejores peloteros del mundo, que en el torneo formaban con sus equipos de origen. Suben y bajan el campo como gacelas mientras España se conforma con ganar ese invento de “posesión del balón”, como si fuera un trofeo. El tiki-taka ya no cotiza, pero aquí admiramos a nuestros ídolos, viejas actrices repintadas a las que no les cabe una crítica, precisamente en el país que más chistes hace en portada con el Rey; viejos campesinos que dallan a todo aquel que se acerca al área ante la impotencia física de seguirles. ¿Pero qué pescado estaban intentando colarnos, envuelto en papel diario de mil colores?

Mientras haya una pelota y un larguero sujeto por dos palos casi verticales en las eras del pueblo más pequeño seguirá habiendo fútbol. Otra cosa será que le hagan creer a nuestros nietos que sólo sabrán empujar el balón si gastan una camiseta hortera de cien euros y un par de botas de otro tanto. El gran negocio del fútbol acabó con el propio fútbol. Estamos en el momento en que “Paquito el chocolatero” y “La novena sinfonía” de Beethoven comparten cartel en el Auditorio Nacional. Y por ese orden.