A los jóvenes de la Diócesis
04/09/2011 - 00:00
Mi último artículo en El Eco estaba dedicado especialmente a los jóvenes que tuvieron la dicha de participar en la Jornada Mundial de la Juventud, celebrada recientemente en Madrid. Hoy quiero dirigirme a los jóvenes que, por distintas razones, no habéis podido o no habéis querido acudir a este encuentro. Algunos conocéis y amáis Jesucristo. Otros no habéis tenido la dicha de conocerle.
A todos os quiero decir que Jesucristo os ama incondicionalmente, que desea ser vuestro amigo y que cuenta con vosotros para construir un mundo más humano y más fraterno.
Aunque no os conozco personalmente a muchos, pienso con frecuencia en vosotros y pido al Padre común por vuestra felicidad. Sé que en ocasiones pasáis por momentos de confusión y desánimo, que os duelen las injusticias y las mentiras que observáis en los mayores, que no entendéis el afán desmedido de riquezas y poder que llevan a la corrupción de las personas y al desánimo de la sociedad mientras millones de hermanos, cerca o lejos de nosotros, se mueren de hambre cada día. Ante la contemplación de esta realidad, corréis el riesgo de pensar que no es posible la consecución de una existencia plena y feliz. Las dificultades laborales del momento presente, que os afectan especialmente a los jóvenes, pueden haceros sentir miedo ante el futuro y pueden condicionar vuestra existencia a la hora de buscar sentido pleno a la misma.
En algún momento podéis sentir la tentación de preocuparos solo de vuestros intereses personales, olvidando que cuando dejamos de pensar en los demás y en el bien común de la sociedad el mundo se encamina a la ruina.
En medio de las dificultades, no olvidéis que tenéis por delante una vida que debéis vivir con entusiasmo, con alegría y, sobre todo, con sentido de la responsabilidad. En vez de cerraros en un individualismo estéril, buscad la verdadera libertad siendo defensores entusiastas de la verdad. No dejéis de poner los medios a vuestro alcance para la consecución de una sociedad más justa y fraterna, superando la tendencia a la violencia y al odio hacia vuestros semejantes. Sed defensores de la vida, amantes de los marginados y constructores de paz en vuestras familias, entre vuestros amigos y en los distintos ambientes que frecuentáis.
Muchos de vosotros habéis recibido un día el sacramento del bautismo. Tal vez en estos momentos os habéis alejado de Jesucristo y de la Iglesia. A pesar de que algunos os digan que este es camino de progreso y de libertad, yo os animo a no cerrar las puertas del corazón a la llamada de Dios. El testimonio de millones de hombres y mujeres a lo largo de la historia nos dice que solo Dios puede liberarnos de todas nuestras limitaciones y pecados, solo Dios puede colmar nuestras aspiraciones más profundas Por lo tanto, no tengáis miedo a poner vuestra vida y vuestros proyectos en las manos de Dios. Un abrazo fraterno y mi recuerdo ante el Señor.