¡Al ataqueeer!

17/11/2017 - 13:43 Jesús de Andrés

Márquez, al bajarse de su moto para celebrar su victoria recordó, de manera improvisada, a Chiquito de la Calzada.

El pasado domingo se celebró en el circuito de Cheste, en Valencia, la última prueba del campeonato del mundo de motociclismo en su máxima categoría, Moto GP, en la que Marc Márquez se jugaba el título frente a al italiano Andrea Dovizioso. La diferencia de puntos era suficiente como para que se decantara sin dificultad del lado del español, a quien le bastaba con entrar entre los 11 primeros, como así sucedió finalmente. Pero más allá de las cuestiones deportivas, la polémica previa estuvo en si Márquez, natural de Cervera (Lérida), iba a dar la vuelta de honor tras su hipotética victoria con la bandera de España. Inmediatamente, las redes sociales abrieron el debate como es usual en ellas: una discusión de buenos y malos, sin matices, nosotros contra ellos, ellos contra nosotros. Unos reclamándole que llevara la “estelada”, otros la española, todos amenazando a sus patrocinadores con no comprar sus productos.
    Cervera es una ciudad pequeña, de apenas 9.000 habitantes, que en la Guerra de Sucesión se puso de parte de Felipe V. Desde la transición, Cervera ha sido la típica capital de comarca: una localidad tranquila, conservadora, que votaba a CiU cuando CiU significaba convergencia y unión. Para que se hagan una idea, en las municipales de 2011 ERC no consiguió ningún concejal. Como en el resto de Cataluña, la situación se radicalizó a partir de 2012 hasta el punto de que hoy en día su ayuntamiento está compuesto por 13 concejales que pertenecen a 8 partidos distintos –incluidos dos de ERC y uno de la CUP–, gobernando una coalición de la actual CiU, el PP y dos partidos locales. La familia de Márquez, como casi todas las familias catalanas, es mestiza: combina unos abuelos paternos que emigraron desde Granada con unos abuelos maternos catalanes. Pues bien, durante la retransmisión, cada vez que se conectó en directo con Cervera, con los salones donde se televisaba la carrera, vimos ondear un mar de banderas entre las que no había ninguna de las que se le reclamaban: todas eran del 93, su dorsal. Todos, sin distingos ideológicos, se alegraban de la victoria de su paisano. En un clima como el vivido en las últimas semanas, posiblemente se pactó dejar fuera ese día la política.
     Márquez no llevó en su moto la bandera española (que sí ondeó a los compases del himno nacional en la entrega de trofeos), pero al bajarse de ella para celebrar su victoria recordó, de manera improvisada, a Chiquito de la Calzada, fallecido el día anterior. Al grito de “jarrrl”, a la vez que encogido, dio los pasitos que nos han arrancado tantas risas: “no puedorr, no puedorr”. Chiquito fue un hecho identitario, un símbolo de lo que nos une, una institución en común. Márquez llevó en su moto la bandera con su número y rindió homenaje a Chiquito, que en sí era una enseña compartida. Y me parece un acierto. Es mejor destacar lo que nos une que no insistir en lo que nos separa. No hagamos castillos donde no los hay. No seamos pecadores de la pradera. Reivindiquemos a Márquez y a Chiquito. ¿Te das cuen?