Algunos placeres

13/08/2017 - 11:41 Marta Velasco

Pero no sólo la naturaleza nos ofrece maravillas, el hombre ha intervenido muy activamente en la belleza que nos rodea y ha inventado el Arte.

Asomado en la ventana, este gato francés, del Perigord para ser más precisos, contempla el panorama del mundo. No sé qué verá este gato, me gustaría por un momento ver la vida como él, estoy segura de que lo hace con absoluta objetividad. El gato es, como dice Neruda, el único animal independiente y completo que no quiere ser otra cosa más que gato. Yo en cambio querría ser varias cosas imposibles y veo la vida de una forma subjetiva y bastante caprichosa.
    Por ejemplo: había pensado empezar esta primera columna hablando de política. Castilla-La Mancha ha sido recientemente noticia de primera página por un pacto que ha dividido las opiniones.
    Pero, caramba – uso caramba para que los amigos de la RAE no arrinconen una palabra tan musical y española y la vayan a sustituir por otras de más uso, como ha pasado con toballa o cocretas – pero, caramba, repito, hoy hace un día precioso, el sol estalla en rayos por los resquicios de mi persiana y da una pereza de muerte entrar en la espesura política de este país, esta comunidad o esta provincia que en pleno verano nos está mostrando lo más bonito que tiene.
    Así que, dejando la política para el mes que viene, prefiero comenzar escribiendo sobre las cosas buenas del verano: vacaciones, desayunos en el jardín, mañanas de piscina, zambullidas heladas y tumbonas al sol, tardes de mus bajo los olmos, cenas bajo la inmensa bóveda estrellada. Amigos, risas, canciones, cerveza helada y jamón y alguna excursión al río Dulce con la tortilla de patatas.  Por no hablar de las huidas a los paraísos marítimos de arena y espuma que están ahí mismo, por los bordes de España y en nuestras islas.
    Pero no sólo la naturaleza nos ofrece maravillas, el hombre ha intervenido muy activamente en la belleza que nos rodea y ha inventado el Arte, así, con mayúscula, y ahora la gente corriente como usted y como yo podemos disfrutar de la música, la poesía y la pintura, por nombrar algunas de sus más dulces e íntimas manifestaciones.
    La música ha estado con nosotros desde que aparecimos sobre la tierra. No se había inventado el lenguaje todavía, pero podíamos gritar, bastaba chocar dos piedras para que naciera el ritmo y golpear un par de palos para tocar las castañuelas, a un paso de  bailar el  Paloteo de Albalate, esa antigua danza tan típica de nuestra tierra castellana. La música ha ido evolucionando a través de los siglos hasta llegar a lo más alto. Los grandes creadores, las grandes orquestas sinfónicas, la ópera, el jazz, el rock. La música de baile, esos boleros de amor y azúcar…Imposible recitar la enorme grandiosidad de la música, pero si quiero advertir de que últimamente los humanos más jóvenes están volviendo al palo y a las piedras, a tenor de lo que se puede escuchar en discotecas y botellones.
    En lo que concierne a las audiciones musicales, gracias a los progresos informáticos, todo es posible. Con un teléfono móvil o un diminuto aparato y unos cascos invisibles el milagro de la música está al alcance de cualquier aficionado. Y en cuestión de tecnología dicen los expertos que esto no ha hecho más que empezar.
    Esta mañana, mientras el sol daba esplendor a las piedras rosas de mi ciudad y el cielo lucía su mejor azul, aislada del mundo, no he atendido nada que no fuera armonía y he marchado al ritmo de la música por la calle de la Alegría - o por la de la Melancolía - como una bailarina del Bolshoi, una rockera de Memphis o una salsera de La Habana, ignorando todo lo que no fuera esa onda dulcísima e inaprensible que me llegaba a las orejas y al alma, llenándome de embeleso.
    La Música es lo más, lo más sublime del arte y lo más misterioso, la música nos lleva a olvidar problemas, a enamorarnos, a morir de placer poseídos por espíritus ajenos que supieron aislar cada canción, cada sinfonía escrita sobre el viento y ponerlas a nuestra disposición, en nuestros mismos oídos.
    Qué mundo maravilloso, entre otras cosas.