Almendros y otras rosáceas

18/02/2018 - 12:30 Luis Monje Ciruelo

En pocos días, esas hojas primerizas proporcionarán, vistas a media distancia.

Como preludio de la primavera, los frutales rosáceos florecen estos días en nuestras vegas y alcarrias dándonos ánimos para soportar los últimos coletazos del prolongado invierno, que siempre llegan a destiempo, aunque ya son incapaces de prolongar la estampa invernal de los árboles desnudos de hojas, como si estuvieran secos. Antes de terminar febrero, y tras el florecimiento de los frutales rosáceos (almendro, ciruelos, cerezos, etc, que son la vanguardia del florecimiento en general de los árboles en primavera) se advierten en chopos y álamos los primeros brotes que anuncian el despertar de la savia y, pronto, el nacimiento de las primeras hojas de los brotes. En pocos días, esas hojas primerizas proporcionarán, vistas a media distancia, un suave verdor a choperas y alamedas que se irá acentuando a medida que las hojas crezcan en tamaño y clorofila. Los yermos de cunetas y cipoteros (Zopeteros dice la Real Academia) se cubrirán más adelante, al aproximarse el solsticio primaveral, de un grueso colchón de plantas y flores que transforman el paraje en una sinfonía de colores por la que, muchos de los que pasan en coche sin detenerse, advierten que ha llegado la primavera. Pero la visión fugaz de la ventanilla del coche, apenas permite apreciar el rojo  vivo de las amapolas, el intenso morado de los chupamieles, y el amarillo de los jaguardos, y eso si se muestran en grupo, como es frecuente. Continuarán ignorando ignorando la grama, la avena loca, las malvas, los alfileres, las mielgas, los rompesacos, las espiguillas, la lechinterna, los cadillos, la cañiguerra, los lampazos, la lisonjera, la corregüela, que tan buen juego le dio a Lope de Vega en sus letrillas y otros versos, el hinojo, la  achicoria, las collejas, y muchos nombres más de plantas silvestres de tan insigne modestia que suman su belleza a la de la Naturaleza sin que nadie se fije en ellas ni se lo agradezca,  pues para ello tendrían que conocer sus nombres, ignorancia corriente aun en los agricultores que trabajan entre ellas. Y yo he anotado estos nombres desempolvando mis recuerdos de chico de pueblo durante la guerra en mi Palazuelos familiar y consultando a los amigos de entonces. Pero me duele que muchos de estos nombres se pierdan definitivamente si no se dan cursos prácticos de identificación de plantas espontáneas a los campesinos por las instituciones agrarias.