Bruselas

15/12/2017 - 14:02 Marta Velasco

Algún día tengo que hablar de la independencia, lo voy obviando, me da mal rollo, pero todo el mundo habla de este asunto y creo que es el momento.

Vuelvo de Sigüenza amenazada por la ciclogénesis explosiva, que se llama Ana y que hace que el coche ruede bajo un cielo intensamente gris, muy elegante y polvoriento, mientras una lluvia suave riega los montes rojos del cerrillar: el invierno está aquí y ha venido para quedarse.
    Voy pensando qué escribir para el artículo del viernes y dudo. ¿Navidad? Uf, qué pereza me da la navidad, las luces, las compras… ¿El tiempo? ¿Qué tiempo?  El tiempo que va vertiginosamente de una navidad a otra… ¿el tiempo que me queda o el que pasó? No, ni hablar del tiempo.
    Algún día tengo que hablar de la independencia, lo voy obviando, me da mal rollo, pero todo el mundo habla de este asunto y creo que es el momento, antes de las elecciones, ahora que todavía puedo decir lo que quiera acerca de esa preciosa esquina mediterránea que se llama Cataluña y que sigue siendo española, como en los últimos cuatro siglos.  Bueno, pues resulta que el foco de la información se ha desplazado a Bruselas y que llevamos un considerable “temp perdu” hablando del huésped de Bruselas.
     Yo estuve allí hace unos años. En un hotel de la Place Sablon, una zona muy bonita cerca de una estación de ferrocarril, lo que me permitió visitar muchas ciudades, mis vacaciones fueron muy agradables. Comí muchos mejillones, mucho, muchísimo chocolate, quise comprar brillantes, pero no había ninguno del tamaño de mi nómina; vi las mejores iglesias góticas con enormes y aterradores púlpitos de madera labrada a base de ángeles subiendo al cielo y demonios bajando. Conocí mejor a Magritte, su obra y su museo. Él fue un maravilloso pintor surrealista, mágico e irónico, que disfrazaba la realidad. Y, pensando en Magritte, caigo en la cuenta del motivo de la huida a Bruselas.” Esto no es una pipa”, dijo Magritte, pintando una pipa. “Esto no es una declaración unilateral de independencia”, dijo en su día el fugitivo con todo el morro, después de declararla.  Y, aunque él no es mágico ni irónico, ni siquiera pintor, también quiso disfrazar la realidad, dejando a sus seguidores conturbados y afligidos.
     El país de Tintín, de Jaques Brel, de mi querida Audrey Hepburn, de los lujosos bombones, de los brillantes y de las insípidas coles parece sólido, pero no lo es. La monarquía mantiene una apariencia de unión. Los brillantes de Amberes y la belleza de Brujas son lo más consistente… En mi opinión, al país le falta carácter y se nota que hay muchos independentistas como nuestro paisano.
     Hace días que se ha dejado sin efecto la orden de extradición de España y el catalán puede seguir allí cuánto tiempo apetezca, sin que nadie le incomode, comer mejillones en la Grand Place con sus amigotes y organizar cuántas manifestaciones desee. A los belgas les gustará, porque pueden ver a mucha gente gritando con banderas de colores, aunque la ciudad se va a poner intransitable.
    Para animar al fugado, llega también Karmele, chica mayor, mitad de Sálvame mitad del nacionalismo más faisandé. Ella se presenta en Bruselas vestida con la estelada en croché y muchos pendientes de elefantes y animales salvajes del Congo Belga. Seguro que les va a gustar, es cool. A bientôt.