Calor en verano

23/06/2017 - 18:33 Antonio Yagüe

No está claro que estos días haga más calor que hace 40 años, cuando estrenamos la democracia, si las construcciones con pladures y otros materiales modernos aíslan menos o nos hemos vuelto demasiado flojos y quejicas.

Dudo al escoger la tercera opción porque uno puede ser fácilmente tildado de antiguo. Pero seguramente es la más consistente, aunque nunca salga en los telediarios.

Los padres de un centenar de centros escolares andaluces y madrileños han denunciado que estos edificios públicos son ya casi los únicos que no disponen de climatización frente al calor, “algo inconcebible en los tiempos modernos”. Los consejeros de sanidad y educación les han contestado con el necio consejo de que los alumnos usen abanicos de papel o la excusa de que los aires acondicionados no son una medida de salud aconsejable,  según las directrices europeas. Un gracioso padre sevillano comentó que quizá Bruselas se refiere a los ERES acondicionados, no a los aires.

En nuestra ‘siberia’ del Señorío se han sobrepasado los 34º C, 12 más que la temperatura récord de 22ºC establecida en la Siberia de verdad, en Novosibirsk (Rusia), en el verano (allí dura menos de dos meses) de 2013. Cuenta mi amiga Inna Kuniza que, como aquí, todo el mundo hablaba y sigue hablando del cambio climático. Y que cada año se repite lo de “este calor no es normal”.

Dicen los que saben que 30ºC es una temperatura “agradable” y hasta 40ºC soportable por el cuerpo humano (tiene 37ºC), siempre que se mantenga correctamente la hidratación. Por eso se alerta a la población para que procure estar en ambientes frescos y se hidrate bien durante las olas de calor. Otra cosa ocurre ante los 47ºC registrados en Murcia (1994). O los 50ºC a los que dicen (sin aval oficial) que se llegó en siglo XIX en Sevilla. Pero más duro sería si encima hubiese que segar, trillar y otras faenas agrícolas cuasi manuales como soportaban los antepasados.

Cuentan que, ocho siglos antes de inventarse el aire acondicionado, Alfonso X procuraba pasar el invierno en León y el verano en Sevilla. ¿Razón? En ambos sitios, defendía, era donde mejor sabían combatir el frío (con buenas hogueras, caldos y viandas) y el calor (patios frescos, gazpachos, frutas…). Por algo le apodaron El Sabio.