Cosas viejunas

16/09/2017 - 15:23 Antonio Yagüe

Javier Marías ha sido ferozmente criticado por su cruel diatriba contra la supresión, por extraño machismo, de atractivas azafatas en las competiciones de ciclismo, motos y automovilismo.

 

En estos días de ferias y fiestas intuyo que a sus reinas y damas, –algunas tan históricas como Dolores Cospedal (entonces sin de) en Albacete–, les va a pasar como al repique de campanas y las novenas de mi pueblo, o al gotelé. Son cosas que siempre han estado ahí hasta que sin saber muy bien por qué van pasándose de moda y a la gente le molesta su presencia. Y de repente, por presiones feministas, vecinos quisquillosos o porque nos parecen algo viejuno, nos proponemos acabar con ellas o sustituirlas por moderneces absurdas.
    Javier Marías ha sido ferozmente criticado por su cruel diatriba contra la supresión, por extraño machismo, de atractivas azafatas  en las competiciones de ciclismo, motos y automovilismo. “Será el triunfo de las monjas y los islamistas”, ha contraatacado el escritor. Todo indica que esta Vuelta a España será la última en la que han  aparición en público, con sonrisas y besos en el podio para los ganadores.
    Nada que objetar, salvo por la compleja y rocambolesca sustitución, como nuevos encargados de hacer los honores, por  jóvenes deportistas alevines o personalidades de la política y la (in)cultura. Ya ocurre en el fútbol, con prolegómenos cursis y pesados, donde los jugadores sacan de la mano a tiernos infantes y luego chocan las suyas a lo Mazinger Z, minutos antes de intercambiarse zancadillas, patadas y codazos. Hace años bastaba con el apretón sincero de los capitanes.
    Lo cierto es que muchas cosas, que hace apenas diez años veíamos como normales, ahora chirrían. Es el caso de las novilladas, suprimidas en la feria de Molina de Aragón por influjo de los inquisidores contra el maltrato animal. Parece que nadie las ha echado en falta, como al insuperable cabrito de la Paula, la sepia del  Mocambo, al bacalao de la Granja o las fotos del Peco.
    Son cosas que desaparecen de un día a otro sin que nadie se atreva a lamentarlas. Le pasó también al cóctel de gambas en las bodas, con su salsa rosa y su lechuguita cortada en tiras. Era el entrante perfecto. Siempre hay algún abuelo despistado que las echa en falta. Puede que vaya en su manía de recordar. Y de la nostalgia, que de ninguna manera es un error, como sostiene un amigo.