De paso por la villa de Galve

19/09/2018 - 19:09 José Serrano Belinchón

Sólo hace una semana que me acerqué a evocar viejos recuerdos a la histórica placita de Galve de Sorbe.

Situarse a golpes de memoria y a veces de imaginación en lugares conocidos desde antiguo, y vueltos a presenciar en vivo al cabo de los años, suele convertirse en un placer para los que vamos cumpliendo años. Es verdad que la vida, cuando se vive como se debe vivir, suele dar mucho de sí . En los pliegues de la memoria se amontonan infinidad de pequeñísimos archivos que salen a la luz cuando uno, casi siempre de manera casual e inconsciente, les da ocasión de hacerlo.

                Solo hace una semana que me acerqué a evocar viejos recuerdos a la histórica placita de la villa de Galve. Es éste uno de los pueblos donde hay una plaza en la que siempre me sentí a gusto. Los cinco sentidos disfrutan a la vez en la plaza de Galve. Una fuente rumorosa de concepción dieciochesca, manando en cantidad por sus dos caños sobre el pilón redondo; antiguos soportales sobre los que asienta el ayuntamiento y que en otro tiempo fueron escuelas; la visión precisa, única, inmejorable, de lo que todavía queda en pie del  castillo en ruinas de don Juan Manuel, el de las bellas letras, reconstruido por los Estúñiga y propiedad después de los Duques de Alba, luego de haber pasado por otras manos más, como las de doña  Ana de la Cerda, y así hasta perderse en el complicado nomenclátor de la familia Mendoza. Y en mitad el magnífico rollo del siglo XV, parejo con su hermano gemelo que tiene en las afueras. Hay quien  dé más?

                Me he detenido a recordar, mirando fijamente hacia los ventanales del ayuntamiento, en la que fue mi escuela, la que regenté en propiedad durante un solo curso, donde en las largas tardes del invierno (1962-63), me entregué en cuerpo y espíritu a la lectura de nuestros clásicos de los últimos siglos: Bécquer, Juan Ramón, Galdós, Azorín, Machado…; y comencé a escribir, y a publicar, a rellenar cuartillas destinadas por primera vez al gran público, con los bolígrafos que aparecieron como novedad por aquellos años. Galve de Sorbe, ahí lo tenéis, en los límites con la otra Castilla. Un lugar, como tantos de su comarca, ideal donde pasar el verano, y en el que me han dicho que sólo queda un niño en edad escolar que habite en él pueblo de modo permanente. Galve de Sorbe, uno de esa media docena de pueblos que no cambiaría por nada.