¡De qué se ríen!


Tras el golpe de Estado practicado por el tándem Puigdemont-Forcadel, sólo queda apostar una vez más por el cumplimiento de la Ley, apelando a la Constitución.

Cataluña y Corea del Norte, como reconocería cualquier émulo de Abundio, no habrá que insistir, se encuentran en las antípodas, de entrada en las cuasigeográficas. Digamos mejor que en todos los planos y sentidos, para qué precisar, de atenernos tanto a su trayectoria histórica como a la realidad actual, inmediata y algo más mediata, perceptible en el devenir diario, en sus gentes …y hasta en (algunos de) sus dirigentes. Distintas y distantes, tanto monta, que diría Calvo Sotelo, don Leopoldo.
    Aunque al ver cómo en ocasiones se ríen en uno y otro lugar, Barcelona y Pyongyang, baboseando o en reverencia sumisa al líder, en comandita, a mandíbula batiente, en sintonía afectada y provocadora (esto, a veces, se transmuta a conveniencia), sin venir a cuento y con escasa gracia, unos de la comunidad internacional y otros de todos los españoles, de su Constitución y de la democracia, uno acaba medio entendiendo aquello de que los extremos se tocan; o sea, que diría Umbral. Y es que ambos especímenes, los actuales dirigentes de la dictadura más atroz del planeta como los líderes autonómicos de una de las regiones más ricas y prósperas de la Unión Europea, parecen en ocasiones calcados uno de otro cuando exteriorizan algunas de sus emociones que presuntamente les mueven a la risa de la irresponsabilidad. ¡Vaya por Dios! ¿Será que la globalización los ha uniformado como por arte de magia en un pis pas? ¿Será que sus problemas o pseudoproblemas, valga también lo de apetencias, tienen puntos en común?
    Por el Pacífico, arriba del paralelo 38º N, la cosa ya pasa de castaño oscuro: provocaciones sin cuento a Corea del Sur, experimentos con bombas atómicas y de hidrógeno mientras la población pasa hambre y carencias estructurales de todo tipo, al tiempo que sus cohermanos del sur van de punteros a líderes en casi todo (incluidos los informes PISA), cohetes que sobrevuelan Japón -toquemos madera, no solo los nipones- entrenándose por si ha lugar en el futuro llevar algún artilugio atómico a Hawaii o donde sea, qué más da (¿pero les amenaza alguien?), ausencia de sensatez, nulo respeto a la ONU, cerrazón a la comunidad internacional, como también a sus otrora algo amigos China y/o Rusia. ‘Dónde andarán’ por ese camino. Aunque el refrán dice que más de una vez la senda se acaba y el tonto sigue, esperemos que alguna brizna de sensatez aterrice en la cabecica lumbrera de Kim Jong-un, y que por fin termine la pesadilla …y la dinastía.
    En Cataluña, tras años de amagos y enroque, al menos desde 2012 -no seamos ingenuos, que esto lo lleva preparando el pujolismo, tacita a tacita, casi cuatro décadas, ante la pasividad de (casi) todos-, en el último bienio, y más y mejor en los últimos meses nos brindan, ante la estupefacción de los más -aunque de alguna izquierda, menos-, la traca final, independencia sí o sí, y luego ya hablaremos de la deuda histórica que nos (les) ahoga porque, aunque rompamos quinientos años de proyecto en común, queremos ser hermanos que no enemigos (y mejor todos en la UE), y hasta pondremos tres o cuatro horas semanales de castellano en la futura República catalana; sí, en esa donde algún libro de texto definía al Ebro como “río catalán que nace en Reinosa”. Que -añaden- de imperialismos sobre Valencia, Baleares, alguna franja aragonesa y el Rosellón, y vaya Vd. a ver si sobre Nápoles y los ducados de Atenas y Neopatria, nada de nada. A ver si cuela. Que son los mesetarios, o castellanos (¡pero si no quedan, documenta Sergio del Molino en La España vacía!) quienes nos oprimen y no nos dejan ser libres.
    En ningún otro país se hubiese consentido la mitad de la mitad, ni en Italia, ni en Alemania, ni en Estados Unidos (ejemplos nítidos), ni menos en aquél -¡cuánto debiéramos imitar a nuestros vecinos del norte!- que a los espacios ultrapirenáicos con que también sueñan los catalanistas, por considerarlos usurpados o irredentos, les llaman Pyrénées-Orientales. La France dixit.
    Tras el golpe de Estado practicado por el tándem Puigdemont-Forcadell, con todas las adendas posteriores acompañantes, solo queda apostar de una vez por todas por el cumplimiento de la ley, apelando a las medidas y a todo artículo de la Constitución que la prudencia aconseje en cada momento (ninguno está como florero), aislando además a escala internacional a quienes vienen gastándose el dinero de todos los españoles, el suyo y el mío, para propagandas de aventuras separatistas mientras serían incapaces de pagar en el momento actual las pensiones de sus jubilados; más elevadas, por cierto, que la media de España (sin duda porque en su momento cotizaron más).
    O sea que estamos con Rodríguez de la Borbolla, en línea con lo que hizo Mao Zedong en China, quien primero impulsó el Frente Único Antijaponés, aliándose con Chiang Kai-shek, dejando para más tarde la guerra civil contra el Kuomintang, “primero el atacante de la Nación, y luego el adversario de clase”; es decir unidos todos los partidos sin fisuras por preservar al país más antiguo de Europa, y uno de los que más han aportado en su devenir histórico, de este golpe de Estado de fondo y charlotada de forma, que estamos con la democracia y la Constitución, Europa nos apoya y, por demás, somos más. Aquí no cabe aquello de que Dios protege a los malos porque son más que los buenos.
    Obviamente buscando siempre, y más tras el 1-O, el mejor encaje de catalanes, andaluces, valencianos, castellanos, vascos, canarios, gallegos y demás inquilinos de esta piel de toro, que por geografía e historia hispanos lo somos todos (incluidos los portugueses, con su permiso) en un proyecto ilusionante de vida en común, de la mano de la UE, y como avanzadilla de toda Iberoamérica (hispanos de uno y otro lado del océano). Que bien hace falta, en vez de estar recordando cada dos por tres, sin venir a cuento, a Franco…o a la República. ¡Quod erat demostrandum!