Decretos muy reales

02/07/2018 - 13:35 Jesús Fernández

El llamado Decreto Ley (aunque sea Real para indicar su ámbito de aplicación) es una de esas oportunidades que se convierten en oportunismos.

Uno de los misterios más grandes de nuestra oscura  democracia es el uso  y el  destino que se hace de los sistemas de representación  que tienen su origen en el pueblo (mediante las elecciones) pero que, al nacer, se les arrebatan a su madre biológica (en este caso democrática)  para entregarles  a otros dueños. A partir de ahí ya no sabemos lo que se hace con nuestra soberanía cedida y concedida a nuestros representantes y gobernantes. Esta es una democracia formal, de puro trámite. La comparación y  el dicho popular dice, que si la gente supiese de qué están hechas las salchichas, no las compraría.

El llamado Decreto Ley (aunque sea Real para indicar su ámbito de aplicación) es una de esas oportunidades que se convierten en oportunismos. Todos recordamos los sudores y esfuerzos que costaba, en otros tiempos, sacar adelante la aprobación en el Parlamento de una Ley General de Educación, por ejemplo. Vino otro gobierno, y en el “pack” de sus reformas y derogaciones, mediante un Real Decreto Ley, cambió la educación en este País. Son Reales Decretos muy reales y muy decretos. El poder ejecutivo se hace más poder y ejecuta normas que no han pasado por el Parlamento. Cada vez más se prescinde de los Parlamentos para alumbrar normas  que cambian el comportamiento de la sociedad. Los Parlamentos no suelen rechazar su contenido sino que sólo se pronuncian sobre su urgencia. Entran en vigor y pasan los años con la  normativa cambiada y, apoyada en ella, cambian los reglamentos y los comportamientos sociales. Evidentemente, la regulación de materias por Decreto Ley se hace en aquellos asuntos que favorecen al Ejecutivo.       

En democracia, en el gobierno, se abusa  de las figuras jurídicas presentes en el papel de la Constitución para colar la realidad que no cabe por otras vías. Es un método muy marxista. Se cambia, desde el poder, la realidad, la ley, la sociedad, las instituciones, y luego se convalidan o se legitiman teóricamente. Quien tiene fuerza y poder para implantar un cambio no existente, tiene poder para conseguir su convalidación que no legalización. La M de Montesquieu (división de poderes) ya no sirve. Lo que sirve es la M de Marx. La sociedad se cambia desde el poder y éste no tiene que dar cuenta ante nadie ni pedir permiso a nadie para entrar en vigor. El Parlamento, o Duma, es una pura ficción que, como un eco, responde y replica lo que le llega del Ejecutivo. La realidad política se cambia por Decreto. Estos son los que dicen aborrecer las dictaduras que practican y utilizan cuyas prácticas emplean y cuya utilidad usan a su favor. Repetimos que todo es muy al estilo marxista y totalitario. Los gobiernos que no tienen mayoría en el Parlamento (como es nuestro caso) toman el verdadero atajo que es el Decreto Ley que bien podía llamarse ley por decreto.