Del fin de curso
Casi sin que nos demos cuenta, hemos dejado atrás el solsticio de verano y con él, el final del curso escolar. Atrás quedaron duros momentos, para nuestros y nuestras pequeños y pequeñas.
En algunos momentos, madrugones mañaneros que traían legañas; quien sabe si consecuencia de aquel trabajo de cono, que al final terminó rematando la madre, con la criatura sesteando en la silla más allá de la media noche.
En otros momentos, carreras para llegar a una actividad extraescolar que se solapa con otra, mientras el padre piensa al año que viene esto habrá que hacerlo de otra forma; nada que no hubiera pensado el curso anterior y que no vuelva a hacer una vez iniciado el siguiente.
Sea como fuere, ahora todo parece muy lejano. Algunos y algunas, tendrán cuadriculado y milimetrado el verano, como consecuencia del trabajo de sus progenitores, que se habrán rebanado la sesera y estrujado la cartera, para colocarles. Algunos y algunas irán a aquel campamento de inglés tan bueno, donde entre risas, volverán a aprender los colores. Continuarán con aquella semana de actividades de ciencia o de danza, para terminar en el pueblo con los abuelos y las abuelas, contándoles que sus padres y madres, han pagado para que fueran a una granja a pellizcar (que no ordeñar) a la vaca Paca y a dar trasquilones a la oveja Pendeja.
Seguramente muchos de ellos y muchas de ellas, no recordarán la cantidad de clases que han perdido por culpa de las bajas de sus profesores y profesoras. Que, pese que algunas estaban hasta programadas, no tenían sustituto, puesto que no debe haber profesores desempleados en este país.
Seguramente también sus madres y sus padres, suspirarán porque no vuelva a pasar. Y es que todos buscamos lo mismo: la calidad educativa de un colegio público, con las instalaciones de un colegio concertado. Al fin y al cabo, sabemos que dichas instalaciones, pese a ser privadas, las hemos pagado entre todos, es lo que tiene la inversión en educación en tiempos de crisis.
También muchos y de ellos y muchas de ellas, no sabrán que antes solo aprobaba aquel que se lo merecía. Tampoco sabrán que antes, cuando iban al colegio sus padres y sus madres, pese a una gran escasez de medios (a la que por desgracia tendemos desde hace un tiempo), la calidad educativa, era mucho mejor que ahora. Y que la palabra esfuerzo, estaba grabada a fuego, aunque quien sabe si a fuerza de algún coscorrón.
No, no estoy propugnando por la vuelta a lo de antes. No, no me gustaría tener que pagar permanencias como hicieron mis padres, para que un profesor, funcionario al fin y al cabo, se lucrara a costa de sus alumnos y alumnas, usando las instalaciones del Colegio. Tampoco me gustaría la vuelta de esos coscorrones, por razón de mi carácter y por la brutalidad de alguno, me he llevado más de una guanta.
Quizá un punto intermedio, no estaría mal. Al fin y al cabo, creo que no es de recibo que nuestros hijos y nuestras hijas, terminen primaria, conociendo como único pico a nuestro querido Ocejón, que con ser importante para nosotros, no los es tanto como para ocultar que el Teide existe.
Que la fuerza os acompañe.