Del pecado del 'habríaqueísmo'
15/06/2014 - 23:00
En las relaciones humanas, familiares, sociales o laborales, a veces nos encontramos con personas que consumen su tiempo en recordar a los demás lo que deben hacer. En vez de unir sus esfuerzos y competencia profesional a las inquietudes justas de los demás y a sus iniciativas en la construcción de un mundo mejor y de una sociedad más justa, se conforman con señalar lo que otros tienen que hacer, pero sin dar ellos un paso al frente. Estas mismas situaciones pueden presentarse también en la vida espiritual y en la actividad pastoral por parte de algunos bautizados.
En ocasiones, para no dar pasos en el camino de la conversión a Dios y en la necesaria conversión pastoral, cierran los ojos y el corazón ante las propuestas pastorales de los demás. Para no asumir la necesaria renovación pastoral, pretenden justificarse, afirmando que las cosas siempre se han hecho así, o se conforman con ofrecer sus recetas diagnosticando lo que tendrían que hacer los demás para que las cosas fuesen mejor. El Papa Francisco critica con dureza este tipo de comportamientos espirituales y pastorales cuando señala que muchas veces los cristianos nos entretenemos vanidosos hablando sobre lo que habría que hacer el pecado del habriaqueísmo- como maestros espirituales y sabios pastores que señalan desde afuera.
Quienes así actúan, además de perder contacto con la realidad sufrida del pueblo fiel, viven cerrados en el horizonte de sus intereses personales y miran a los demás desde arriba o desde lejos. De este modo, en vez de reconocer los propios pecados y de permanecer abiertos al perdón de Dios, se niegan a aceptar sus llamadas a cambiar de actitudes y comportamientos y se dedican a descalificar a quienes tienen la osadía de cuestionar sus planteamientos. ¿Cómo podemos distanciarnos de estos criterios mundanos? ¿Cómo superar esta cerrazón en nuestros criterios, pensando sólo en lo que deberían hacer los demás? ¿Por dónde deberíamos empezar para ayudar a otros hermanos a dar los pasos necesarios en la búsqueda de la verdad de Dios y en la verdadera renovación pastoral? El Papa no sólo se limita a denunciar las actitudes negativas de quienes miran a los demás por encima del hombro y se olvidan del sufrimiento de sus semejantes. En sus reflexiones nos indica también el camino a seguir para superar los criterios mundanos.
Estos planteamientos no evangélicos sólo pueden superarse, si tomamos el gusto al aire nuevo del Espíritu Santo, que nos libra de estar centrados en nosotros mismos, escondidos en una apariencia religiosa vacía de Dios (EG 97). La apertura de la mente y del corazón a la acción y a los dones del Espíritu tiene el poder de sacarnos de nosotros mismos y de nuestros intereses personales para ponernos en camino hacia Dios y para orientarnos al encuentro de nuestros semejantes. Si nos dejamos guiar por la fuerza del Espíritu Santo aprenderemos a superar los propios intereses egoístas y asumiremos con gozo la realización de aquellas acciones que son expresión de la voluntad de Dios, en vez de estar señalando constantemente lo que deben hacer los demás. .