Democracia sin alternativa

25/04/2017 - 18:20 Jesús Fernández

Estos subsistemas democráticos (ayuntamiento, provincia) deben ser potenciados como respuestas, sin tanta burocracia, a los problemas de los ciudadanos.

No hay alternativa a la democracia. Así de radical y convincente es la opción por ella. No existe ningún concepto del que se abuse tanto como el de la democracia. Vivimos en un sistema en el que el pueblo no tiene mucho que decir. Cada cuatro años es llamado a elegir el modelo y el color de gobierno que queremos para  gestionar  la vida y los recursos comunes. Con esta decisión, ponemos en manos de los partidos un poder inmenso. A partir de ese momento, se sientan en los ministerios miles de funcionarios nombrados a dedo que, en contacto con los sectores económicos, poderes fácticos  y asistidos de algunos juristas y  abogados del Estado, preparan los proyectos de ley que pasan al Parlamento y que los Diputados votan sin haberlos leído. Leyes que  responden a los intereses de los partidos, olvidándose del pueblo. Todo esto  escondido y presentado  bajo la fachada de democracia cuando sólo oculta intereses particulares. El pueblo permanece lejos. Sólo se le llama para  apoyar en la calle, con reivindicaciones, con manifestaciones, pancartas y griterío incluido, aquellos intereses que su grupo  de Diputados pretenden conseguir en el Parlamento.
    Según esto, fracasada la democracia horizontal, la directa o popular, sólo se vislumbra una solución: potenciar la democracia de proximidad o periférica mediante  la democracia local o “regionalización” de la misma. La “turbodemocracia” (la democracia de arriba) ha fracasado como ha fracasado el turbocapitalismo y ahora nos enfrentamos a la dialéctica globalización, regionalización o microdemocracia. Esto significa la palabra griega “demos” referida a la comunidad local, a la casa. La libertad y la intervención es más inyectable a ese nivel. De una sociedad estatal tenemos que pasar a ser un grupo  comunal. Los siglos XVIII y XIX fueron más estatales, más burgueses o aristocráticos
    Estos subsistemas democráticos (ayuntamiento, provincia) deben ser potenciados como respuestas, sin tanta burocracia, a los problemas de los ciudadanos. Sin embargo, los intereses privados, ambición y egoísmo, anidan, como parásitos, allí donde hay algo de poder que tocar. Los tres poderes conocidos (el legislativo, el ejecutivo y el judicial) convergen en una “administración” inmediata, activa y resolutiva, donde los ciudadanos eligen a sus representes al margen de los grandes bloques de los partidos políticos. Alejados del nivel “utópico” y generalista del poder, los ciudadanos ven cómo los políticos les roban competencias. Los problemas sociales, laborales, económicos y  ecológicos se resuelven mejor en el ámbito local que en el global. Es la única alternativa a la democracia sin alternativa.