Diálogo o negociación

01/10/2018 - 13:45 Jesús Fernández

Tenemos que entendernos  sobre aquellas cuestiones que nos afectan a todos.

Con demasiada frecuencia tenemos la impresión de que en democracia no se dialoga sino que se negocia. A veces, se negocia el mismo diálogo. La democracia se alimenta de  diálogo y de estrategias. Muchas veces, el tal diálogo es una mentira y otras tantas veces la mentira es una estrategia. La democracia lleva a poder dialogar también con los enemigos de ella pero nunca a negociar con ellos. Aquí se confunde diálogo con negociación. En democracia ya está casi todo dicho. Centro, derechas, izquierdas, conservadores, revolucionarios, marxistas, rojos, capitalistas, fascistas, populistas ¿De qué se va a hablar? 

La política consiste en el diálogo que versa sobre asuntos comunes. Tenemos que entendernos  sobre aquellas cuestiones que nos afectan a todos. Lo malo comienza cuando el mismo diálogo se convierte en estrategia o instrumento de consecución. Ahí estamos hablando ya de intereses de grupo. El poder es el único interés de dichos grupos. El poder es lo único sobre lo que se dialoga  se negocia. Entonces pasamos del dialogo a la confrontación. Sobre todo, sabiendo  que hay partidos a los que no les interesa el diálogo sino la negociación de la que el referido diálogo es una coartada. El pode bien vale un diálogo, podríamos  decir.

Pero ¿de dónde vienen la necesidad y la urgencia del diálogo? De los mismos partidos que la crean no de las necesidades del pueblo.  Ellos obedecen a una estrategia de confrontación o conflicto. Tenemos los partidos cuya finalidad y metodología  consiste en crear el conflicto, el desafío. Estos no quieren el diálogo sino el enfrentamiento, no quieren la victoria sino la batalla. Y aparece la expresión derechos humanos, esgrimida por todos. Sabemos que ningún derecho, ni individual ni colectivo, es lineal, hasta el infinito sino que todo derecho se encuentra condicionado y limitado por otros derechos  (o los derechos de otros) de tal modo que hay que hablar de derechos compartidos.

A esto hay que añadir la conciencia de Estado que tienen algunos partidos cuando llegan al poder.