Diputación

15/12/2017 - 13:56 Jesús de Andrés

En nuestro ámbito se ha extendido hablar de Diputación a secas, sin determinante alguno, como si utilizáramos una lengua primitiva.

Pese al título, no es mi intención hablar en este Reloj de Sol de nuestra institución provincial sino de un hecho que pudiera parecer menor, casi anecdótico, pero que me preocupa sobremanera: cada vez se habla y se escribe peor. No me refiero únicamente a que cada vez es más habitual encontrar faltas de ortografía, ausencia de tildes o incorrecciones sintácticas en carteles, escritos, cartas o en la prensa digital (cuánto daño ha hecho la desaparición del corrector de carne y hueso), sino a que esa ligereza se ha extendido a todos los ámbitos de utilización del idioma. Lo habitual hoy en día en el habla popular es recurrir a latiguillos de moda, a expresiones que la televisión y las redes sociales propagan por todas partes. Basta con que un famoso o el primer desconocido al que se arrime un micrófono diga algo gracioso, correcto o incorrecto, consciente o inconscientemente, que esa es otra, para que pase al acervo popular. Lo mismo da que sea estar en el candelabro que liarla parda. Cualquier vídeo o gag televisivo es capaz de hacernos repetir sin fin la última expresión.
    Las cosas son buenas…, no: lo siguiente. Las frases se inician con un infinitivo o con un gerundio, dependiendo de si se habla o se escribe, como si el castellano no tuviera suficientes recursos expresivos. Eso cuando no se tira de un “a ver”, al comienzo, o un “¿vale?” o un “¿sabes?”, al final. Es lo que tiene. Nos venimos arriba. Se nos va de las manos. A veces por pereza, a veces por no detenernos en ello, las muletillas, coletillas, frases hechas, clichés y demás vicios del lenguaje van ocupando terreno, haciendo vacía y previsible la conversación. Y la salud de nuestro idioma se resiente. No sé si me explico. Lo van pillando. ¿No?
    Antiguamente, cuando se pretendía transmitir el saber en lenguaje figurado, se recurría al refrán, casi siempre ligado a la experiencia obtenida de la vida cotidiana, al consejo tradicional. Hoy ni eso. En ocasiones, como decía Montesquieu, se sustituye la falta de profundidad por la longitud, casi siempre llena de lugares comunes. Así, por ejemplo, en el periodismo las defensas son numantinas, las fuentes fidedignas, los incendios dantescos, la calma tensa, las batallas campales, los accidentes trágicos y los secretos a voces. Pero hay algo que he detectado, y criticado, desde hace tiempo y que, lejos de pasar de moda, cada vez toma más fuerza. Me refiero a la eliminación del artículo para hablar de algunas instituciones, como la que da título a esta columna. Moncloa dice esto, Zarzuela detalla lo otro, Gobierno se reúne con, Senado y Congreso celebran aquello. Como si fuéramos futbolistas croatas. En nuestro ámbito se ha extendido hablar de Diputación a secas, sin determinante alguno, como si utilizáramos una lengua primitiva. Diputación aprueba…, Diputación inaugura…, Diputación presenta… Pues nada. Lo dicho. Hago un ruego, con la que está cayendo, para restituir su “la”, tan castellano.