El Montesino 777

19/05/2017 - 14:51 Antonio Yagüe

Siete son también los pueblos que acuden con sus cruces y banderas parroquiales a la romería de la Virgen de Montesino.

Para creyentes o no, sólo por la simbología del número 7 –misterioso, mágico y perfecto en todas las religiones- merece la pena participar el sábado en la romería a la Virgen del Montesino, que celebra su 777 aniversario de la Fiesta de las Banderas. Y por visitar un fascinante rincón, donde el río Arandilla se abraza como el Gallo, en un paraje hermano menor de la Virgen de la Hoz, con rocas labradas por el viento y el agua y una singular vegetación.
    Siete son también los pueblos que todavía acuden con fervor con sus cruces y banderas parroquiales: Arangoncillo, Anquela del Ducado, Selas, Torremocha del Pinar, Cobeta, Villar de Cobeta y La Olmeda de Cobeta. También eran otros siete los pueblos que antiguamente les acompañaban –Ablanque, La Huerta, Torrecilla, Tobillos, Mazarete, Turmiel y Establés’-  y con los que han puesto en marcha la asociación cultural “Pueblos del Montesino” para revitalizar esta tradición religiosa con excepcional riqueza cultural, artística y hasta ecológica. Y siete son las vueltas que se dan a la ermita tras el saludo fraternal de los romeros y el acto religioso, antes de la entrañable merienda compartida.
    La leyenda sitúa el origen y el nombre del santuario en el lejano 1140 cuando la virgen se apareció a una pastorcilla manca. Su milagrosa curación sirvió para que el feroz moro Montesinos, que tiranizaba por aquellas tierras, se convirtiera al cristianismo y mandase erigir la ermita. El templo, uno de los más antiguos de la zona, fue reconstruido en el siglo XVI por el obispo Diego López de Zúñiga.
    Conocí el santuario y el paraje en los años 90 de la mano de mi amigo Marcial Marco, natural de la Olmeda de Cobeta. Comprendí su entusiasmo por el lugar. También me sedujo la
    Admirable hospitalidad del santero Francisco Checa y su cálida conversación sobre la vida y andanzas de gente de la zona durante sus años mozos de pastor y décadas de servicio en el santuario. La segunda fue una marcha senderista de jóvenes locos durante la noche de San Lorenzo del 2003 con luna llena desde Labros, pasando por Concha y Aragoncillo. Hicimos un alto en el Borbotón, una alfaguara donde carga caudal el Arandilla, y descendimos por un cauce salvaje con tábanos de película. Merecerá la pena volver.