El Orden Constitucional

14/10/2017 - 13:58 María José Agudo

Si algún ciudadano, gobernante o no, se sale del Orden Constitucional el poder judicial tiene la obligación de perseguirle y castigarle porque pone en peligro al resto de los ciudadanos.

En estos últimos días ha entrado en nuestras vidas un nuevo término lingüístico, como hace no muchos años vivimos con el de la “prima de riesgo”: el “Orden Constitucional”.
    El Orden Constitucional es el instrumento y el marco legal que nos dimos los españoles en la Constitución de 1978.
    Es el marco, porque todas las actuaciones y todas las leyes que mueven a los tres poderes fundamentales del Estado, legislativo, ejecutivo y judicial, pilares en los que se sostiene el sistema democrático en que vivimos, no pueden salirse de él.
    Y es el instrumento porque con él, aseguramos que todos los españoles podamos vivir con los mismos derechos y libertades y en paz.
    Si algún ciudadano, gobernante o no, se sale de este Orden Constitucional el poder judicial tiene la obligación de perseguirle y castigarle porque su actuación siempre pone en peligro los derechos del resto de ciudadanos.
    Y esto es lo que ha pasado en Cataluña con Carles Puigdemond y los independentistas y por eso una jueza envió a los Cuerpos y Fuerzas de Seguridad del Estado, Policía Nacional y Guardia Civil, para evitar que se actuara fuera de nuestro Orden Constitucional, celebrando un referéndum ilegal, para declarar, unilateralmente, la independencia de Cataluña, para evitar que se cometiesen delitos que tienen nombre propio: Rebelión y Sedición y que son castigados con penas graves, de cárcel entre otras.
    Por este motivo fueron a Cataluña Policías Nacionales y Guardias Civiles, porque se lo ordenó el poder judicial y porque son los encargados de evitar, perseguir y detener a los que cometen delitos, para que los ciudadanos podamos vivir sin miedo, seguros y en paz.
    A estas personas, Guardias Civiles y Policías Nacionales, que eligen libremente ser servidores públicos, aun a riesgo de su propia vida, solo puedo decirles: Gracias, gracias, gracias y gracias. Por estar, como siempre, donde y cuando os necesitamos los ciudadanos.
    Para vosotros, mi apoyo, mi cariño y mi respeto. No os merecéis lo que estáis viviendo estos días, pero que sepáis que no estáis solos, la mayoría de los españoles valoran vuestro esfuerzo.
    Un servidor público no puede saltarse la ley que juró o prometió defender cuando tomó posesión de su cargo, y tiene que estar al servicio de todos los ciudadanos, y eso no lo han cumplido los Mossos D´Esquadra, que han tenido una actuación indecente, impropia de alguien que jura cumplir la Constitución. Porque indecente e impropio es no cumplir con sus obligaciones y hacer dejación de sus funciones dejando a sus compañeros de Policía Nacional y Guardia Civil abandonados a su suerte, poniendo en peligro su integridad física. Cuando, además, días antes habían estado ayudándoles, codo a codo, en el atentado yihadista de Las Ramblas de Barcelona.
    Comprendo vuestra perplejidad ante este comportamiento, vosotros acudisteis en su apoyo para detener a los terroristas, colaborando con ellos, exponiendo vuestras vidas, auxiliando a heridos y ciudadanos afectados… algunos de ellos hoy os desalojan de los hoteles y os echan a la calle y no os dejan entrar a comer o cenar a sus establecimientos.
    No puedo decir lo mismo de la Guardia Urbana de Barcelona, ni de los Policías Locales de Cataluña, que han colaborado con los Cuerpos y Fuerzas de Seguridad del Estado, a pesar de que han sufrido muchas presiones y algunos alcaldes han intentado evitarlo.
    Gracias también a ellos por ser, valientes, responsables y profesionales.
    Por todo esto me sorprendió escuchar a algunos políticos, dudar del trabajo de estos hombres y mujeres que, por orden de una jueza, están en Cataluña trabajando y pasando los peores días de su vida profesional, no sólo por el riesgo y la dura situación que les ha tocado sino por el desprecio de gentes fanáticas, manejadas por un hombre sin alma, el Sr Puigdemont, que lo único que quiere es pasar a la historia. Y no cabe duda que pasará a la historia del constitucionalismo español, pero escribiendo una de sus páginas más negras.
    A los catalanes y no catalanes que apoyan al Sr Puigdemond decirles que no se dejen engañar por sus falacias mentirosas, ni por su ansia desmedida de protagonismo y su ambición de poder. Que con su locura, está dejando a Cataluña como un erial. La inseguridad jurídica que ha creado está provocando la mayor fuga de empresas y capitales que se recuerda y que con ellas se ira el empleo. El dinero no entiende de independentismos.         Que tengan claro los que creen que siendo independientes les iría mejor que se equivocan. Se quedarían solos y aislados, porque nadie les iba a abrir la puerta de ninguna institución internacional, ni ningún país le reconocería como estado independiente. El coste de sus ideas trasnochadas les podría hacer pagar un precio social y económico muy alto. A tiempo están de reflexionar y no dar más pasos en falso. De lo contrario la ley les cortará el camino.
    Para el resto de españoles y los no independentistas catalanes, que hay muchos pero silenciosos y con miedos, es duro ver la situación que se vive en Cataluña. Hermanos contra hermanos, amigos contra amigos, familias enfrentadas…. Unos españoles contra otros, no eso no lo queremos volver a vivir.
    Sr. Sánchez tenga la altura de un gobernante de Estado y escuche a los socialistas históricos que ellos ya han gobernado y saben que todos cometimos errores dejando al Sr. Puyol sembrar el germen del independentismo a cambio de su apoyo en el gobierno de Madrid.
    Ahora no es tiempo de crítica política. Momentos vendrán para hablar del modelo territorial, de si es o no mejorable y de cómo hacerlo. Ahora toca apoyar a quien gobierna, que ya nos sacó hace unos años de una muy gorda, la intervención de nuestra economía por los hombres de negro de la Unión Europea, no permitiendo que nos convirtiéramos en la segunda Grecia. Es verdad que no lo hizo sólo, que los españoles tiramos para adelante y, entre todos, revertimos la crisis que nos ahogaba.
    Los españoles nos crecemos ante la adversidad y hemos conseguido salir, siempre juntos, de las peores situaciones, por eso nos envidian, nos respetan y nos admiran en otros países y, por eso, somos la nación más antigua del mundo.
    Si todos colaboramos las diferencias que nos separan se pueden acortar y es posible la vuelta al orden constitucional, ese que nos ha permitido vivir en democracia aunque pensemos, sintamos y vivamos de manera diferente. La cordura tiene que imponerse antes de destrozar lo que tanto nos ha costado conseguir.
    Es importante que sólo se escuche, aunque con diferentes voces, el mismo mensaje: Queremos una España unida Unida, no solo unida en sus territorios, también unida en sus ciudadanos, y no una unidad vencida, sino una unidad convencida, porque dentro de España cabemos todos.