El Papa hace su papel

07/11/2010 - 00:00 José Luis Gómez

La Sierra El Papa está en España, donde ha hecho lo que de él se esperaba: reivindicar su condición de peregrino en Compostela, abanderar una mayor presencia de la religión en la vida pública y criticar el laicismo. Entra dentro de la lógica todo su discurso, del mismo modo que el compromiso de sus seguidores católicos, a los que Benedicto XVI animó por cierto a seguir apoyando las obras sociales de la Iglesia en una España y una Europa menos materialistas. Todo de libro. Como mucho podría criticársele que no ampliase su discurso a toda la sociedad, teniendo en cuenta que ésta le muestra en general mucho respeto, consideración y hospitalidad. Así, asuntos como la igualdad de las mujeres o la lucha contra la pederastia siguen pendientes de soluciones justas y, en el peor de los casos, de una profunda autocrítica por parte de los líderes religiosos. La reivindicación de la autonomía del poder civil, que la Iglesia católica no siempre respeta, corresponde en cualquier caso a los verdaderos representantes de los ciudadanos. Por eso mismo, los que deben revisar su papel son aquellos que representan al Estado, que es aconfesional, aunque a menudo no lo parezca, prestándose a una representación pública y un entreguismo económico que rebasa la obligada cortesía que debe tenerse con un líder religioso con rango de jefe de Estado. La clase política española incumple a veces los mandatos constitucionales que finge sacralizar y contradice su política con sus gestos, en una evidente representación de falsos consensos. ¿Qué quiere decir por ejemplo el vicepresidente socialista Rubalcaba cuando le ofrece al Papa "total colaboración", mientras el sucesor de Pedro le echa en cara un supuesto "laicismo agresivo"? ¿A qué viene la mezcla de asuntos religiosos y políticos que desliza el Príncipe y futuro jefe de Estado en su discurso? ¿Debe financiar la Xunta del popular Feijóo el grueso de un acontecimiento religioso? Si hubiera coherencia política, respeto a la Constitución y una diferenciación clara entre la Iglesia y el Estado, muchos de los debates estériles que rodean la visita del Papa no tendrían lugar, máxime cuando el jefe de una de las grandes confesiones religiosas reporta beneficios no solo a la comunidad católica, sino al conjunto de la sociedad, tanto por su indiscutible proyección internacional como por su capacidad de atracción de viajeros y peregrinos, aunque visto lo visto en Santiago tampoco fue para tanto. Este domingo toca Barcelona.