El Planeta

21/10/2017 - 13:44 Jesús de Andrés

Cela, tan enorme en otros momentos, fue acusado de 'plagio' tras ganarlo- una vez Nobel- con 'La Cruz de San Andrés'.

Lejos del glamour de otros años, la entrega del premio Planeta también ha acusado la tensión del –mal denominado– “procés”. Deslucido, ensombrecido por los acontecimientos, fuera del foco informativo, fue más noticia el traslado a Madrid de la sede social del grupo editorial que el premio en sí. Si el año pasado lo presidieron los Reyes y acudieron Puigdemont, la vicepresidenta del Gobierno, ministros y consellers… en esta ocasión tan sólo Ana Pastor, presidenta del Congreso, hizo acto de presencia. Pese a la simulación durante la cena previa a la entrega de que el jurado estaba votando en repetidas rondas como si realmente estuviera decidiendo a quién otorgárselo, donde no hubo novedad fue en la filtración de los ganadores unas horas antes. Al final fue para Javier Sierra, un conocido escritor de bestsellers, quien “presentó” una novela sobre el santo Grial –el colmo de la originalidad– que garantiza el retorno de la inversión realizada.
    Hace años que el premio Planeta abandonó su carácter de concurso literario en el que se descubría a nuevos autores para convertirse en un espectáculo mediático, en un montaje comercial. Miguel Delibes denunció en su día que le habían ofrecido el premio, al que renunció. Y Cela, tan enorme en otros momentos, fue acusado de plagio tras “ganarlo” –una vez Nobel– con La Cruz de San Andrés. Pero el Planeta, en sus sesenta y seis años de existencia, ha acumulado una larga historia llena de anécdotas, enormes escritores y grandes novelas. Dos autores de nuestra tierra lo han conseguido y otro más fue finalista. Ángel María de Lera, nacido en Baides en 1912, lo ganó en 1967 con Las últimas banderas, relato de los días finales de la Guerra Civil en Madrid. Clara Sánchez alcanzó el premio en 2013 con El cielo ha vuelto, una intriga sobre una joven modelo que permitió a su autora reflexionar sobre el precio del triunfo, añadiendo un nuevo laurel a su fecunda obra.
    Pero si hay un caso en el que se unen la anécdota y la historia del Planeta es en el premio obtenido por Juan Antonio Usero. Este autor, hoy casi desconocido, sobre el que volveré en breve en un artículo más extenso, nació en El Pedregal en 1932 y fue finalista en la edición de 1962, con El pozo de los monos, donde, en el tono realista propio de la época, relata la sórdida historia de una complicada familia. A lo largo de aquella noche de Santa Teresa de 1962, cuando el premio realmente lo elegía el jurado, su nombre apareció en los primeros lugares en cada ronda pero finalmente quedó tercero. La descalificación de la ganadora, Concha Alós, por tener su novela comprometida con otra editorial, permitió a Ángel Vázquez hacerse con el galardón y nuestro paisano, Juan Antonio Usero, auparse como finalista. Eran otros tiempos.