El referéndum de Cataluña

30/09/2017 - 13:24 Pedro Villaverde Embid

Deseamos, confiamos, esperamos, que tras la tempestad llegue un cierto diálogo que pacifique o calme ánimos y que desde el respeto a las reglas del juego lleve a alguna solución en la que todos los españoles encontremos un cierto acomodo.

Efectivos de la Guardia Civil, al igual que de otros muchos puntos de la geografía española, reforzarán los dispositivos de seguridad ante la jornada de máxima tensión y peligrosidad, y los días posteriores, que se vivirá en Cataluña este domingo por la convocatoria de ese referéndum, declarado ilegal por los tribunales, no reconocido en ningún punto del mundo, sin garantía alguna pues no existe ni una junta electoral y nada vinculante pues no es válido en ningún sentido, ni siquiera para pulsar la voluntad de los catalanes pues sólo harán un intento de voto una parte de los que apuestan por la independencia  sin que los demás participen de la farsa. Son, posiblemente desde el golpe de Estado del 23-F, los momentos más difíciles para la convivencia en España desde que terminase la dictadura y la situación nos genera preocupación por la integridad de los ciudadanos, tristeza por tanto desencuentro y división que fractura la sociedad catalana, rabia por la constatación del auge que han alcanzado ideas y maneras extremistas en nuestro país, frustración porque creemos que los políticos deberían haberse anticipado y hallado acuerdos  antes de llegar a este punto, e incertidumbre pues desconocemos cuál será el giro que adopten los acontecimientos a partir del lunes.

   Tememos una espiral de violencia callejera y hacia los ediles de formaciones políticas no independentistas, contra los vecinos que quieren seguir integrados en nuestro país y los agentes de los Cuerpos y Fuerzas de Seguridad del Estado considerados como brazo del aparato represor. Nos asusta que el miedo se apodere del día a día, que las familias y las amistades se rompan por pensar y sentir de distinta manera, que la deriva no sea reconducible, que se declare la república independiente dentro de ese estado de locura sin freno que se apoderado de los que  tienen mayoría en escaños en el Parlament, que el Gobierno se vea obligado a suspender la autonomía y las revueltas vayan a más.

   Deseamos, confiamos, esperamos, sin embargo, que tras la tempestad llegue un cierto diálogo que pacifique o calme ánimos y que desde el respeto a las reglas del juego lleve a alguna solución en la que todos los españoles encontremos un cierto acomodo.  Lo del domingo, creemos, serán unas horas de alboroto, de ruido, de reivindicación de un sentimiento, de manifestación o protesta, que se quedará en eso, como bravuconada, órdago o  quijotada, que es.  Ojalá no haya que lamentar heridos o alguna muerte, aunque sea por accidente, pues eso pondría todo aún más serio y complicado.