El servicio del tren

01/05/2017 - 11:09 Pedro Villaverde Embid

 Es triste que haya sido necesario constituir una plataforma con alcaldes de una decena de municipios por su falta de calidad, problemas de puntualidad y frecuencia y deficientes infraestructuras que pretende que el Cercanías vuelva a ser lo que era cuando funcionaba al minuto.

Durante seis años, los que fueron del  90 al 96, fue el tren de Cercanías nuestro medio de transporte diario para realizar los estudios universitarios y un máster posterior en Madrid. De aquella época queda el recuerdo de correr por los vagones porque venía el revisor y era un juego viajar sin billete. Más de una vez tuvimos que bajar en una estación porque ya nos ‘pillaban’ y esperar al tren siguiente. Más allá de la anécdota recordada con la nostalgia de la vida del veinteañero el tren fue un servicio imprescindible y vital para poder estudiar. Ahora apenas de manera puntual utilizamos este medio de transporte pero si lo hacen miles de personas cada día  y es triste que haya sido necesario constituir una plataforma con alcaldes de una decena de municipios por su falta de calidad, problemas de puntualidad y frecuencia y deficientes infraestructuras que pretende que el Cercanías vuelva a ser lo que era cuando funcionaba al minuto.  Es decir que involucionamos. Desconocemos el alcance de estas incidencias negativas pero si tanta gente protesta, y no parece un tema político aunque habrá trasfondo, serán ciertas y por ello pedimos a Renfe que haga las mejoras precisas y comprenda la importancia que para estudiantes, trabajadores, enfermos que se desplazan a consultas o para cualquier otro usuario tiene en sus agendas el óptimo servicio. Siempre, por otra parte, hemos lamentado el aspecto de la estación de la capital para el viajero que llega.   
       Y pasando de la zona del Corredor, siempre llena de personas, a otra más tranquila como la Sierra Norte, nuestro pensamiento viaja aún más en el tiempo, a principios de los ochenta cuando en las tardes de verano, con abuelos, padres y una hermana más pequeña, pasábamos algunas tardes jugando y viendo pasar el tren en la estación de Sigüenza. El entretenimiento era poner una moneda en la vía y esperar a que fuera ‘machacada’. Estas zonas necesitaron crear una plataforma en defensa del ferrocarril tradicional porque casi lo pierden y en los pueblos también hay gente que lo precisa, siendo elemento  de vertebración del territorio y de fijación de población, cuestión de supervivencia. Tal no vez sea rentable económicamente pero lo es social y humanamente y ha de mantenerse con todas sus paradas.  Además por estos lares tiene su encanto.