El trío de las Azores no dudó

09/11/2010 - 00:00 Carmen Tomás

Felipe González no estuvo hábil cuando dijo en la famosa entrevista que antes de negarse a la voladura de la cúpula de ETA lo estuvo dudando y que todavía no sabe si hizo lo correcto. Parece mentira que no previera lo que se le venía encima con aquello, algo de lo que muchos nos dimos cuenta inmediatamente. Una pena, además, porque la larga entrevista deja claro que González es con mucha diferencia el estadista más notable que ha tenido la democracia española. Se comprende la indignación de algunos partidos de izquierda y nacionalistas. Lo que se digiere peor es la reacción de la derecha y sus terminales mediáticas, sacando de quicio esas palabras y poniendo en boca del ex presidente cosas que no dijo. Felipe dudó y así lo reconoce y no autorizó una voladura que se habría llevado por delante a unas cuantas personas de la dirección etarra, una decisión que le honra y que demuestra que, pese al clima irresistible del acoso terrorista de ese tiempo, prevaleció el respeto a la vida. Lo más difícil de digerir es la horrorosa desfachatez de emprenderla con Felipe González, que no autorizó la voladura, por parte de quienes jamás han exigido responsabilidades al trío de las Azores, que no dudó sobre la decisión no de volar a unos cuantos terroristas, sino de bombardear e invadir Irak y sumir a ese país en una guerra de la que no era difícil vaticinar que originaría centenares de miles de muertos, la inmensa mayoría de imposible calificación como terroristas y sí como víctimas civiles. Y Bush acaba de ratificarse de nuevo en lo acertado de aquellas decisiones. En ambos casos -el evocado por González y la guerra de Irak- se trataba de luchar contra el terrorismo, uno interior y otro internacional. Pero es que la sola y desnuda decisión de bombardear un país llevaba ya consigo la muerte de miles de personas, población civil en su mayoría. Sin entrar a indagar en la improbable existencia entonces de terrorismo en Irak. No hay por dónde cogerlo todo esto. Personalmente, me produce una gran angustia y una enorme vergüenza. Y una depresión, si fuese propenso.