Entendido
28/02/2014 - 23:00
Aunque tampoco sea una novedad, los principales protagonistas del debate del Estado de la Nación escenificaron el martes dos retratos muy distintos de esta España nuestra. Para Rajoy, después de un largo invierno, asistimos al despertar de la primavera. Para Rubalcaba, ni ha terminado el invierno, ni hay indicios de que vaya a llegar la primavera. Es más, según el líder de la oposición, se acerca el apocalipsis, pues las reformas de Rajoy nos traerán más sufrimientos y nos conducirán al desastre. Sólo le faltó apostillar: como nos condujeron las de Zapatero. Mientras nuestros dirigentes sigan dibujando la realidad en función de intereses políticos, su credibilidad seguirá estando bajo mínimos. Por mucho que se empeñen, no podemos vivir al mismo tiempo en el país de la maravillas, cuando hay más de cinco millones y medio de parados, y en el país de las calamidades, cuando la mayoría de los indicadores económicos son en estos momentos positivos. Es cierto que la recuperación tardará en notarse en las familias, pero algo está cambiando. Y si Rubalcaba tiene dudas de que esto sea así, debería de hacer cualquier cosa menos alimentar el pesimismo. O, por el contrario, exponer sus alternativas para salir de tan dramática situación. Aunque Rubalcaba se lo habría tomado como una ofensa, a la pregunta de ¿en qué país vive usted? Rajoy tendría que haberle contestado: en un país que no tiene arreglo por culpa de gente como usted. Ya está bien de herencias recibidas, de si convirtieron a España en un páramo o de discutir sobre quién miente más de los dos
Lo que necesitamos en estos momentos son acuerdos de los dos principales partidos sobre los grandes temas nacionales, olvidándose del y tú más. Pueden parecer antagónicas, pero las dos visiones de España que nos han ofrecido Rajoy y Rubalcaba en el debate del Estado de la Nación son reales. Hay gente que no puede pagar la calefacción y hay gente que se ha vuelto a incorporar en los últimos meses al mercado de trabajo. El problema es que Rubalcaba sólo ve a quien lo está pasando mal y Rajoy nada más repara en el que acaba de sacar la cabeza del agujero. Lo de siempre. Una España que piensa tanto como embiste, pero que rara vez se tolera.