Eucaristía y misión
El pasado día 13 de septiembre el Señor me concedió la dicha de entregar en la capilla del Seminario diocesano a los profesores de religión y moral católica la misio canónica. Esta entrega tuvo lugar en el marco de la celebración de la Santa Misa, en la que los cristianos contemplamos y celebramos el cumplimiento de la misión de Jesús mediante la entrega amorosa de su vida al Padre por la salvación de la humanidad.
Los miembros de la comunidad cristiana, cuando somos convocados para participar en el sacramento de la Eucaristía, al mismo tiempo que expresamos nuestra identidad como seguidores de Jesucristo y nuestra pertenencia a su Iglesia, renovamos también la misión confiada por el Señor a cada bautizado. Al entrar en comunión con Cristo, mediante la escucha de la Palabra y la recepción de su Cuerpo entregado por la salvación del mundo, los cristianos aprendemos del Maestro a entregar también nuestros cuerpos, nuestras personas y toda nuestra vida a Dios y a los hermanos.
De este modo queda patente que la celebración eucarística no termina con la despedida del presbítero, cuando invita a los participantes a ir en paz. En ese momento, transformados interiormente por la presencia sacramental del Resucitado e impulsados por el Espíritu Santo, quienes participan en la Eucaristía son enviados nuevamente al mundo para concretar y hacer verdad en las ocupaciones diarias y en las relaciones sociales el misterio de amor y de vida que han celebrado.
Todos los cristianos deberíamos asumir con profundo gozo y confesar con alegría desbordante que el Señor nos llama y nos envía al mundo para que vivamos como discípulos suyos, para que seamos testigos de su resurrección y para que mostremos su amor incondicional a cada ser humano. Pero, no hemos de olvidar nunca que este envío tiene lugar, de un modo especialísimo, para toda la comunidad reunida en la celebración de la Eucaristía.
Con frecuencia solemos decir que no resulta fácil cumplir con el encargo de evangelizar que el Señor nos hace por medio de la Iglesia. Tal vez los profesores de religión y moral católica sean los que, en estos momentos, experimentan mayores dificultades como consecuencia del desprecio hacia esta asignatura en algunos centros educativos y de las correspondientes trabas legales.
La constatación de esta realidad no puede llevarnos a los restantes miembros de la Iglesia al conformismo y al olvido de los problemas de nuestros hermanos. El saber que hay profesores, que pasan por momentos de dificultad en el cumplimiento de su misión evangelizadora, tiene que impulsarnos a los restantes miembros de la comunidad a vivir la comunión con ellos en sus padecimientos y a orar confiadamente al Padre común para que experimenten la fuerza de lo alto en el cumplimiento de la misión. Con mi sincero afecto y mi bendición para todos.