Europa sin credo

10/09/2011 - 00:00 Víctor Córcoba Herrero




Europa no cree en Europa. Este es el tormento mayor. Cada Estado mira para sí, y así, no se construye un continente, ni se reconstruye nada. Para una Europa más humana hace falta activar las creencias y las conciencias de una Europa más democrática y transparente. Hay que donar europeísmo por doquier horizonte y darles protagonismo a las mujeres y hombres de unidad.

   Que la unión sea en verdad unión, sin otro interés que hacer familia, es de lo que se trata. Avivemos, en consecuencia, la ciudadanía europea como cultura de transformación. No perdamos más tiempo en empequeñecernos. Sumemos países. Sólo así se engrandece Europa. Ahora bien, en el caso de que los gobiernos no evolucionen, hagámoslo desde los pueblos, injertemos, todos a una y sin miedo, la revolución de la alianza europeísta, coaligándose ricos y pobres, aunque se horroricen los poderes más poderosos.

   Ha llegado el momento, pues, de desposeerse de patria y de creer en esta raza universalizada y universalizadora, que en otro tiempo desempeñó un papel preponderante en los asuntos mundiales, y que hoy parece desmembrarse de lo que fueron sus verdaderas raíces. Volvamos a la esencia esencial, a la fusionada Europa de la ilusión, no sólo por el euro, también por el vínculo de una Europa de derechos y valores, de libertad, solidaridad y seguridad. Debiéramos creernos que el futuro pertenece a quienes se unen y cultivan los sueños. Sería un paso adelante frente a tantos reveses. Que nadie se vaya de esta unión ni de esta unidad, porque le obliguen o porque no se sienta resguardado.

   En un mundo globalizado como el actual es absurdo autoexcluirse y, más necio aún, que le excluyan de lo que uno forma parte. Europa, que aspira a actuar como principal potencia comercial del planeta y primera prestadora de ayuda a los países en desarrollo, debe dar ejemplo en sus relaciones tanto exteriores como interiores. La gloriosa Merkel lo ha dicho, recientemente, bien claro a su país: “el futuro de Alemania está indisolublemente unido al futuro de Europa”. Pienso, que cada Estado debiera decir lo mismo a los suyos. Todos somos Europa inevitablemente o debemos serlo.

   Sin duda, estamos llamados a entendernos, a creernos que es posible una Europa unida, y a ejercer como europeístas sobre todo lo demás. Activemos lo que sea preciso, ¡pero ya!. Desde luego, las condiciones de cohesión tienen que ir más allá de la propia normativa y del mero interés económico, para que realmente se de una colaboración efectiva entre las naciones.

   En toda edificación tiene que haber un credo, la nueva Europa que estamos forjando no puede ser menos, y lo tendrá si ciertamente se deja inspirar por la herencia cultural, religiosa y humanista, como recoge el Tratado de Lisboa. Personalmente, confieso que me entusiasma el propósito europeísta de respeto de la dignidad humana, libertad, democracia, igualdad, Estado de Derecho y respeto de los derechos humanos, incluidos los derechos de personas pertenecientes a minorías. Buena declaración para poner en práctica común todos los Estados miembros. Sólo hace falta asentar la sinceridad como bandera a estas palabras y la coherencia como actuación de vida. Así, seguro, esta unión -europea- se habrá ganado su nombre.