Gran reserva

10/06/2017 - 16:55 Javier Sanz Serrulla

La prueba del algodón del verdadero peso histórico de un personaje de primer nivel está en el coñac.

 Si usted quiere conocer la historia de España, a lo grande y en sus personajes, tiene dos opciones: acudir a una librería o a una licorería. La primera le va a llevar más tiempo, sin duda, porque el nivel de especialización no tiene límite y de cada época, de cada personaje, hay docenas de libros, incluso de cada matiz. Además, le dolerá el cuello de consultar los lomos de los libros, unos a la derecha otros a la izquierda. Al final de la consulta no logrará una síntesis inmediata, es más, tendrá más dudas que cuando entró a la librería. Es normal. La oferta ya es inabarcable. Podría también recurrir a internet, pero se perdería el placer de estar en contacto con el libro y con el librero, quien, salvo excepciones pero muy marcadas, suele ser un señor, o señora, muy ameno y no poco leído. El librero, también, es de suyo un consejero imparcial, salvo que se haya metido a editor y tenga que sacar como sea la edición de aquel proyecto en el que le falló el olfato.
    La segunda opción es acudir a una bodega o a una licorería. Hoy puede tener las dos opciones en el mismo edificio, o sea, en unos grandes almacenes, sección librería y sección supermercado o club del gourmet. Son otra cosa, naturalmente, donde todo se respira limpio, pulcro, careciendo de ese plus que dan las tiendas viejas en las que uno se siente hijo de un tiempo que ya ha volado. En la licorería, supermercado o club del gourmet vaya derecho a las estanterías de coñacs y de brandis. A propósito de la celebración del V Centenario del fallecimiento de Cisneros, ahí puede encontrar su botella: “Cardenal Cisneros. Brandy de Jerez. Solera Reserva”, no muy allá de su homónimo, aunque “Gran Reserva”, Cardenal Mendoza, la pareja de gobierno eclesiástico más trascendente de la historia de España embotellada en buen cristal, y en el caso de Mendoza hasta en cartón duro. Si alarga la vista puede observar un Carlos III o un Felipe II, honra y prez de la monarquía española de Borbón o Austria, como también un Gran Duque de Alba, de botella de coleccionista que esconde el tapón bajo la cabeza marfileña del titular.
    Para empezar, ahí tiene un repóquer con el que ir a cualquier concurso de televisión. Si además es usted un guiri va de sobra con dos reyes, otros tantos cardenales y un noble. Ya lo creo. ¿Quién sería capaz de citarnos de corrido cinco nombres históricos suizos o noruegos, por ejemplo?
    La prueba del algodón del verdadero peso histórico de un personaje de primer nivel está en el coñac antes que en las bibliotecas. No hay duda. Quizá por sus hechos también, pero más seguro es que “por sus botellas les reconoceréis”. Salud.