Honestidad o fidelidad

22/05/2017 - 14:07 Redacción

Lo que existe actualmente es una moral de la represión, del castigo, en política.

Muchos dirigentes o responsables políticos se encuentran atrapados entre su fidelidad y su honestidad, entre su condición de miembros pertenecientes a un partido o su deseo de ser honestos y honrados ciudadanos. A veces ambas dimensiones entran en conflicto y hay que optar por una conducta o por otra. Esto se  acentúa cuando se tienen o se asumen tareas de gobierno.  Estamos llegando a un punto muy peligroso como es creer que la moral, la conducta honrada de las personas en democracia no tiene nada que ver con su perfil público, con su  tarea de representante de un pueblo culturalmente amante y defensor de los valores morales heredados y mantenidos en la tradición. El pueblo no practica el suicidio histórico y moral. Todavía se estima y se valora, entre nosotros, el comportamiento de ideas, principios y actuaciones  como reglas de la comunidad. La verdad y el bien siguen siendo parte del sistema democrático.
    Lo hemos dicho muchas veces: hablar de honradez en política es tratar de poner límite al egoísmo, a la ambición y a la avaricia de las personas en la vida democrática. Tenemos que tratar  la democracia no como  un sistema de relaciones públicas sino elevarla a una verdadera forma de vida a favor de los ciudadanos más pobres y necesitados. En cuestiones de corrupción y deshonestidad, la teoría política se queda muy corta. Se trata de terminar con las ideologías  que justifican los privilegios de algunos grupos de ciudadanos a costa de otros.
    Lo que existe actualmente es una moral de la represión, del castigo, en política. No es una motivación positiva sino prohibitiva desde el Código Civil o Penal. No basta con una moral oficial, con un protocolo informativo de transparencia. Hay que llegar a una verdadera motivación democrática y no sólo de los fines sino también de los medios, de los procedimientos. Este efectismo pragmático hace que, muchas veces, la conciencia del político no sepa escoger entre la honradez personal o compromiso moral y la fidelidad o adhesión a las consignas de su grupo pues la moral, la responsabilidad o culpabilidad  es algo individual mientras que la obediencia al grupo es algo social, convencional. No alcanza la categoría de imperativo moral. La pertenencia al grupo político o condición de miembro es cambiante y opcional no generando ningún mandato absoluto y adquiere sólo compromiso de conveniencia e interés, sin llegar a la condición de principios. Las convicciones, por el contrario, atan y obligan.