Honrar a nuestra madre

07/05/2015 - 23:00 Conchita del Moral

Estamos en el mes de nuestra madre la Virgen y como buenos hijos queremos honrarla y hacerle regalos; Ella nos quiere con locura y siempre está dispuesta a echarnos una mano, pues aprovechemos éste mes para contarle nuestros afanes y pedirle su ayuda. ¿Qué madre le niega algo a su hijo si se lo pide con confianza? Pues nuestra madre del Cielo nos quiere más que todas las madres, pero nosotros hemos de corresponder y agradecerlo. Para corresponder a los desvelos que la Virgen tiene por nosotros, cuántos piropos y saludos ha de llevarse nuestra Madre, cada vez que veamos su imagen o nos la imaginemos a lo largo de nuestro trabajo, le tiramos un beso, una mirada un decirle te quiero. A la Virgen le gusta mucho el rezo del Rosario, podría ser otro regalo. A lo largo de su vida vamos encontrando cosas corrientes, pero que demuestran preocupación por los demás, espíritu de servicio. Al enterarse que su prima Isabel iba a ser madre, corre a su casa para ayudarla, podía haber pensado que ella estaba en las mismas condiciones y además iba a ser Madre de Dios, pero le pudo el amar y es que quien ama, no escatima esfuerzo. Una mujer que se dedicaba a las faenas de la casa como otras mujeres, trabajo escondido, pero de gran eficacia, nos la imaginamos, una persona sencilla que no llamaba la atención por nada, pero seguro que con la mayor naturalidad echaría una mano a sus vecinas, les daría un consejo oportuno, con ella se estaría a gusto. Unidos a la Virgen, vamos bien y estamos seguros que todas las gracias de su Hijo nos vienen a través de Ella. Una buena madre siempre está pendiente de las necesidades y sufrimientos de sus hijos, pues si nuestra madre de la tierra nos regala sus caricias ¿qué no hará nuestra madre del cielo?. A nuestra madre le gustaba oír cuando alguien le decía: “éste es igual que tú”; -como sonreía- ¿Nos podrá sonreír nuestra madre la Virgen?. Termino con una anécdota de Plutarco. Antipatro escribe a Alejandro Magno, su emperador, una carta en la que acusa gravemente a Olimpia, la madre de éste, Alejandro lee la carta y dice a sus cortesanos sin inmutarse: Pero ¿ignora Antípatro que una lágrima de mi madre puede borrar mil cartas de acusación como ésta?. Podemos considerar el valor de una palabra de la Virgen María ante su Hijo . Ella es “Abogada nuestra” (Cfr. Segarra.)