Humor negro para la tragedia

20/02/2017 - 17:41 J. PASTRANA

La tragedia tiene muchas caras. Hay quien la utiliza como colofón para las grandes historias de amor, vease Titanic, demasiado a menudo de forma caprichosa y algo forzada, vease Titanic otra vez. Sin embargo, la tragedia también puede utilizarse como motor de una historia, sin por ello caer en el tópico del hombre/mujer que redescubre la alegría de vivir. Es un terreno complicado de explorar, pero en el que Kenneth Lonergan se mueve de maravilla.

Manchester frente al mar se centra en Lee Chandler (Casey Affleck), un tipo apático que se gana la vida como chapuzas de un bloque de viviendas y que no parece tener ninguna ilusión por nada. Un día le avisan de la muerte de su hermano mayor, aquejado desde hace tiempo de un problema en el corazón. De repente tiene que volver al pueblo del que salió huyendo hace años para hacerse cargo de su sobrino adolescente, la única familia que le queda.
Habría sido muy fácil para Lonergan caer en todos los tópicos habidos y por haber. Sin embargo, consigue algo excepcionalmente complicado: resultar comedido. A poco que se piense, la vida de este Lee Chandler es para no dejar de llorar, con más cruces en el cementerio que en una iglesia, pero no se trata aquí de buscar la lágrima fácil, más bien al contrario. Lonergan va dejando pequeñas pinceladas de un humor negro mientras retrata a un hombre incapaz de perdonarse a sí mismo los pecados del pasado. No es vergonzosamente autodestructivo, aunque sí incómodamente austero. Tampoco el personaje de su sobrino es un cliché, navegando entre las estupideces de la adolescencia y la sabiduría de aquel que no tiene miedo a decir lo que piensa. Pocos personajes interesantes tiene la historia a parte de estos dos protagonistas, aunque eso no quiere decir que se descuide el dibujo de los secundarios.
Consciente del tono que quiere darle a la película, Lonergan apuesta por un escenario repleto de nieve, frío, como el alma de su protagonista, y por un montaje lento, lleno de silencios, ideal para retratar a un hombre que ya no sabe o no quiere comunicarse con el mundo.
Manchester frente al mar resulta hipnótica en su lentitud, optimista en su tragedia y fresca en su forma de retratar escenarios bien conocidos gracias a mil películas anteriores. Es un drama con mucha más humanidad que lágrimas.