Inteligencia y lenguaje de las plantas

10/12/2015 - 23:00 Manuel Ángel Puga

La insigne poetisa gallega Rosalía de Castro escribió en una de sus poesías: “Dicen que no hablan las plantas, ni las fuentes, ni los pájaros,… / Lo dicen; pero no es cierto”. Pues es el caso que modernas investigaciones parecen dar la razón a la poetisa gallega, al menos, en lo que a las plantas se refiere, ya que todo apunta a que los vegetales tienen inteligencia y pueden comunicarse con otras plantas, al igual que con algunos animales. Así de sorprendente. Acabo de leer un libro que me ha dejado impresionado. Se titula “Sensibilidad e inteligencia en el mundo vegetal” (Galaxia Gutenberg. Barcelona, 2015). Sus autores son Stefano Mancuso, profesor en la Universidad de Florencia y director del Laboratorio Internacional de Neurobiología Vegetal, y la periodista científica Alessandra Viola. En este libro se afirma, basándose en diversas investigaciones sobre neurobiología vegetal, que las plantas sienten, son inteligentes y se comunican entre ellas y con algunos animales. Dado el carácter científico de los experimentos que se exponen en el libro, tales afirmaciones no se pueden tomar a broma. Respecto a la sensibilidad de las plantas, afirman los autores que los vegetales poseen los mismos cinco sentidos que nosotros, aunque a la “manera vegetal”, e incluso poseen otros quince sentidos más que le permiten, por ejemplo, calcular la humedad del suelo, analizar gradientes químicos, detectar los campos electromagnéticos, etc.
En cuanto al sentido de la vista, una prueba de que las plantas “ven” es que modifican su posición creciendo en dirección a la luz. Es más, compiten entre ellas para evitar que otras le hagan sombra, por lo que tratan de crecer lo más rápidamente posible con el fin de recibir luz. Más llamativo resulta decir que las plantas “oyen”, pero todo hace pensar que es así. Se cita en el libro el caso de un viticultor de la localidad italiana de Montalcino, quien se dedicó durante cinco años a cultivar sus viñas con música. Los resultados del experimento fueron sorprendentes: las viñas que “oían” música crecieron más, maduraron antes y dieron unas uvas mucho más sabrosas que las otras viñas a las que no se les había puesto música. Según afirman los autores, “no es el género musical lo que condiciona el crecimiento, sino las frecuencias sonoras que lo componen”. Pero, sin duda alguna, lo más sorprendente del libro es que en él se afirma que los vegetales son seres inteligentes, que poseen inteligencia. Los autores citan al eminente investigador y naturalista Charles Darwin, el cual estaba plenamente convencido de que en la raíz de los vegetales existe algo similar al cerebro de los animales inferiores.
Es en el “ápice radical”, es decir, en la punta de cada raíz, donde se puede apreciar un comportamiento inteligente: la percepción de estímulos ambientales, la toma de decisiones sobre la dirección que debe seguir, la ejecución del movimiento adecuado, etc. Según los autores, Darwin estaba convencido de que las diferencias entre el cerebro de un gusano, o el de cualquier animal inferior, y la punta de una raíz no son sustanciales.
De este modo, el eminente naturalista formuló lo que más tarde se llamaría la “hipótesis de la raíz-cerebro”. Así pues, en este libro se sostiene, basándose en los experimentos de Darwin y en otros estudios y comprobaciones, que es lícito hablar de una inteligencia vegetal. Se ofrecen en el libro numerosas pruebas de que las plantas poseen lenguaje, es decir, que se comunican entre ellas y también con ciertos animales, particularmente, con los insectos. Una de las plantas que mejor nos permite comprobar la inteligencia vegetal y también su capacidad de lenguaje es la judía de Lima (Phaseolus lunatus). Cuando esta planta se ve atacada por ciertos ácaros vegetarianos emite varias sustancias químicas volátiles. Tales sustancias atraen a un ácaro carnívoro (Phytoseiulus persimilis), el cual es un depredador que devora los ácaros que se alimentan de la judía de Lima. Es tan voraz que en muy poco tiempo puede exterminar una población numerosa de ácaros vegetarianos… El mensaje emitido por la planta ha sido de lo más oportuno, inteligente y eficaz. Es seguro que quienes lean este libro sentirán más respeto por las plantas. Y si los que incendian bosques lo leyesen quizá dejarían de hacerlo o, al menos, serían conscientes del gran daño que causan a unos seres vivos que sienten, tienen inteligencia y son capaces de comunicarse, pero que no pueden huir cuando “ven” que el fuego avanza hacia ellos.