Klaus aspira a la reelección como presidente de la República Checa
01/10/2010 - 09:45
Por: COLPISA
El presidente checo saliente, Vaclav Klaus, gran euroescéptico y veterano de la escena política local, aspira a un segundo mandato en las elecciones del viernes, con un único rival, un exiliado que regresó especialmente de Estados Unidos para enfrentarse a él.
Diputados y senadores se reunirán en la gran sala española del castillo de Praga para la primera vuelta de esta elección indirecta que se produce 19 años después de la caída del comunismo y cinco años después del retiro de Vaclav Havel, el héroe de la Revolución de Terciopelo.
Después de que hace varios meses los expertos predecían una cómoda reelección a Vaclav Klaus, de 66 años, la candidatura de Jan Svejnar, de 55 años, quien se fue de Praga a los 17 y ocupa actualmente una cátedra en la Universidad de Michigan, ha pimentado la campaña. Novicio en política, totalmente desconocido hace varios meses, este universitario que habla checo con un ligero acento y posee un pasaporte estadounidense, ha logrado, para la sorpresa de todos, existir ante el presidente saliente, un político omnipresente desde fines del comunismo, hace cerca de veinte años.
Fundador del gobernante Partido Democrático Cívico (ODS, derecha liberal), del cual sigue siendo el padre espiritual, Klaus debutó en 1989 como ministro checoslovaco de Finanzas. Desde entonces ha sido primer ministro (1992-1997), jefe de la Cámara de diputados (1998-2002) y por último presidente de la República tras una elección bastante laboriosa en 2003. Su imagen paternal y de bonhomía, su franqueza al hablar, su preocupación constante por "el interés nacional checo" y por la dignidad de su función, lo han izado entre los políticos más populares: en un reciente sondeo, un 48% de los checos lo consideraban como "mejor presidente" que su predecesor Vaclav Havel (24%).
Economistas
Svejnar, en oposición a sus argumentos sobre el peso de la experiencia y las certezas de la continuidad, se ha esforzado en encarnar la apertura hacia un mundo que cambia, llevando a cabo un trabajo de campo, a la norteamericana, recorriendo su país natal, en ruptura con la tradición que confinaba hasta entonces la elección presidencial a un debate entre profesionales de la política. Su estrategia le ha permitido encabezar algunos sondeos, lo que ha inquietado suficientemente a Klaus para empujarlo a aceptar un apasionado debate televisivo.
Los dos hombres difieren sobre todo en su posición ante Europa: Klaus exhibe algunas veces con provocación su actitud de euroescéptico notorio, mientras que su rival se presenta como un europeo convencido, favorable a una rápida adopción del euro.
Después de que hace varios meses los expertos predecían una cómoda reelección a Vaclav Klaus, de 66 años, la candidatura de Jan Svejnar, de 55 años, quien se fue de Praga a los 17 y ocupa actualmente una cátedra en la Universidad de Michigan, ha pimentado la campaña. Novicio en política, totalmente desconocido hace varios meses, este universitario que habla checo con un ligero acento y posee un pasaporte estadounidense, ha logrado, para la sorpresa de todos, existir ante el presidente saliente, un político omnipresente desde fines del comunismo, hace cerca de veinte años.
Fundador del gobernante Partido Democrático Cívico (ODS, derecha liberal), del cual sigue siendo el padre espiritual, Klaus debutó en 1989 como ministro checoslovaco de Finanzas. Desde entonces ha sido primer ministro (1992-1997), jefe de la Cámara de diputados (1998-2002) y por último presidente de la República tras una elección bastante laboriosa en 2003. Su imagen paternal y de bonhomía, su franqueza al hablar, su preocupación constante por "el interés nacional checo" y por la dignidad de su función, lo han izado entre los políticos más populares: en un reciente sondeo, un 48% de los checos lo consideraban como "mejor presidente" que su predecesor Vaclav Havel (24%).
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Svejnar, en oposición a sus argumentos sobre el peso de la experiencia y las certezas de la continuidad, se ha esforzado en encarnar la apertura hacia un mundo que cambia, llevando a cabo un trabajo de campo, a la norteamericana, recorriendo su país natal, en ruptura con la tradición que confinaba hasta entonces la elección presidencial a un debate entre profesionales de la política. Su estrategia le ha permitido encabezar algunos sondeos, lo que ha inquietado suficientemente a Klaus para empujarlo a aceptar un apasionado debate televisivo.
Los dos hombres difieren sobre todo en su posición ante Europa: Klaus exhibe algunas veces con provocación su actitud de euroescéptico notorio, mientras que su rival se presenta como un europeo convencido, favorable a una rápida adopción del euro.