La congregació

13/05/2017 - 13:28 Javier Sanz Serrulla

“Es la Congregació, pero es el clan. Del obispo al deán y después a los otros seis hijos de la madre superiora que los parió”

No hay peor destino que llegar a formar parte de un catálogo de chistes. Los hay de cualquier temática como de cualquier grupo humano: social, etario o profesional; esto es, de viejos, de niños, de gitanos, de criadas, de médicos, de políticos, de toreros, de solteronas, de curas y de monjas… En los de monjas suele resolver el breve guión un personaje central: la madre superiora, quien se muestra inocente o pícara, según convenga. Los chistes, en fin, suelen estar tan estereotipados que admiten pocos matices, triunfan entre el vulgo y los que incluyen alguna clave o requieren una mínima deducción no tienen éxito.   
    La honorable Ferrusola ha pasado a ser, por elevación, un chiste en sí misma. No se le ocurrió otra que presentarse como la madre superiora y transmitir órdenes de trasvase, presuntamente delictivo, de capital a la biblioteca del deán, o sea, al primogénito, pues la categoría episcopal la reservaba a su obispo esposo, otrora patriarca de la Banca Catalana, a la que administró los santos óleos. Al menos, la madre Ferrusola conocía la jerarquía eclesiástica, no en vano la familia se mostró de siempre fervorosa y el reverendo padre Pujol iba en listas del brazo de la democracia cristiana. Intentaron seguir el Evangelio: que lo que haga tu mano derecha no lo sepa la izquierda, aunque la madre Ferrusola las cambió de orientación cardinal y manifestó en el parlament que sus hijos andaban, pobres, con una mano delante y la otra detrás.
    Esta es la congregació (“un grup de persones que es reuneixen amb un fi compartit”, según la Viquipèdia.) El “grup” es familiar, está claro, y el “fi” también, aunque presuntamente, pues no vayamos a columpiarnos y resulte que el desvío a paraísos fiscales no sea sino para ayuda a las misiones. Como toda congregació, tienen un símbolo que les identifica, el suyo es su santa faz de cemento armado. Sin embargo, en su régimen conventual hay una discrepancia pues la madre superiora ha mandado que no se barra –al contrario que en la mayoría de los conventos y abadías, donde todo es pulcritud- pues si se levanta polvo es peor para todos. O sea, que la congregació pertenece a la honorable orden del Chantaje Purísimo. Caramba.
    Es la congregació, pero es el clan. Del obispo al deán y después a los otros seis, hijos de la madre superiora que los parió. Sujetos a justicia divina, por propia elección, ojalá caiga, rápida, la justicia ordinaria sobre sus muchas y pías casas.