La Festividad de los Santos

04/11/2017 - 12:45 Pedro Villaverde Embid

Los Santos suponen el cambio de estación. 

Aunque parezca que nos acostamos y levantamos con el mono tema de la crisis política de Cataluña,  la vida sigue su curso y hasta se detiene cuando llega ese desenlace para el que hemos nacido. Don Juan Tenorio, la noche de Halloween que cada vez se celebra más con numerosas fiestas impulsadas tanto por los ayuntamientos como por bares, pub o centros comerciales,  las visitas a los cementerios para limpiar las tumbas, poner alguna flor y los creyentes rezar por el alma de los difuntos, así como la degustación de los buñuelos y huesos de santos, nos llevan al recuerdo de los que se marcharon con la inevitable añoranza. La coincidencia de estas festividades de los santos y las ánimas con el adelanto del anochecer y la marcha definitiva del alegre estío, introduciéndonos en una rutina marcada por obligaciones y compromisos, no invita a vivir con el mejor de los ánimos. Tenemos ante nosotros largos meses de frío, ojalá que de lluvia pues hace especial falta, días cortos y resfriados. Las calles y casas de nuestras más pequeñas localidades, que son mayoría en nuestra provincia, se vacían también en estas fechas. Son muchos los ya jubilados que esperan hasta ahora para regresar a la ciudad a pasar el invierno. Los pueblos quedan para el verano y los fines de semana del buen tiempo. Los Santos suponen el cambio de estación.  A muchos les gustará más el recogimiento tranquilo en casa con la calefacción y la mejor programación televisiva, competiciones deportivas incluidas, que se ofrece desde ahora, a otros, aunque reconozcamos un cierto encanto, nos guste el fútbol y también la comodidad del hogar, no tanto. Eso sí, el ser humano es siempre capaz de encontrar alicientes e ilusiones. Uno de estos estímulos puede ser la cercanía de la Navidad y como los ayuntamientos y superficies comerciales lo saben, y sobre todo que nos da por consumir, ya están las luces puestas, aunque apagadas, y los turrones a la venta. El calendario sigue su marcha. La pena es no poder compartir ese camino con los que nos han dejado y la certeza de que nuestro reloj también se parará.