La gaznápira

18/08/2017 - 12:53 Jesús de Andrés

La España vacía que, aunque nadie se acuerde de él, fue novelada por Andrés Berlanga hace 33 años.

Para muchos el verano es el momento del reencuentro con la literatura, de rescatar de la pila de libros acumulados en la mesilla de noche los que fueron aplazados por no tener tiempo para ellos. La experiencia dice que no es bueno hacer planes en exceso ya que su incumplimiento conduce a la desilusión. De ahí que la selección deba ser ajustada y realista. Este año la mía ha incluido la exitosa novela de Fernando Aramburu, Patria, que postergué en su día y en la que estoy felizmente enfrascado, y el último premio Planeta, Todo esto te daré, de Dolores Redondo, entretenida novela negra –a la que sobran 150 páginas- en una Galicia de cartón piedra. He dejado también un hueco a uno de los escritores franceses que, junto a Michel Houellebecq, me tiene más fascinado, Emmanuel Carrère, en esta ocasión a su Limónov. Y he degustado una novela todavía inédita, Mientras respiren las flores, de la escritora arriacense María Narro, cuya trama y escenario han estimulado la memoria de una parte de mi infancia.
    A veces otras lecturas no previstas de pronto se añaden a la lista. En esta ocasión ha sido una relectura, de un libro que, si no han tenido el placer de leer a pesar de los muchos años transcurridos desde su primera edición –allá por 1984-, les aconsejo que lo hagan: La gaznápira, de Andrés Berlanga. La leí en mi primera juventud, al poco de publicarse y regresé sobre sus pasos tiempo después, hará unos 15 años. He vuelto a ella casi por casualidad, buscando la fecha de su publicación tras dejar aquí escrito que la novela de Julio Llamazares La lluvia amarilla fue la novela seminal sobre la preocupación por los pueblos abandonados y la despoblación. Pensando en ello recordé que la novela de Berlanga trataba al fin y al cabo de la despoblación anunciada de un pueblo imaginado, Monchel, reflejo de su Labros natal, en el que su personaje principal ve venir el declive del mundo rural del que forma parte y del que quiere escapar. El abandono de un territorio y de su idioma, de una forma de vivir y sentir es lo que refleja Sara Agudo, su protagonista. La España vacía que, aunque nadie se acuerde de él, fue novelada por Andrés Berlanga hace 33 años. Casi nada.
    A través de siete relatorias que narran otras tantas anécdotas a lo largo de cuatro décadas, Berlanga hace inventario de un tiempo, de unas costumbres, de una forma de hablar, de un léxico dialectal, con aragonesismos y conquesismos varios, que es parte del patrimonio perdido. A pesar de su éxito (más de 10 ediciones), la edición de Noguer dejó mucho que desear. En mi ejemplar, sus páginas más que amarillear pasaron a un oscuro color madera, de áspero tacto. Lo que no amarillea es su calidad, al contrario, ni tampoco su actualidad, pionera del actual debate.