La Intifada en el Sahara

09/11/2010 - 00:00 Esther Esteban

Ya sabemos que el pueblo saharaui no es el único en la tierra que se siente perseguido, amenazado, humillado y hostigado por otros de una forma intolerable. Ya sabemos que este conflicto tiene una mala solución y que también hay otros muchos lugares donde la bochornosa imagen de desproporción entre la defensa con piedras y el ataque con tanques hace despertar algunas conciencias. Lo que nos pasa con el Sahara es que forma parte de nuestra historia y también entra dentro de nuestra responsabilidad histórica no actuar como convidados de piedra cuando se aborda el conflicto. Marruecos ha vuelto sus orígenes, a demostrar, por si no estuviera del todo claro, que lo suyo con esa zona es una permanente y vergonzosa violación de los derechos humanos. El salvaje desmantelamiento del campamento de Gdaim Izik- a escaso kilómetros del Aiun- donde llevaban hacinados varias semanas cerca de 20.000 saharauis ,para protestar por las miserables condiciones a las que son sometidos por el régimen alauí, se ha convertido en un campo de batalla en el que tal vez nunca sabremos el numero de víctimas. El hecho de que se impida la presencia de periodistas u observadores internacionales es la prueba evidente de que no se quieren testigos del atropello y la represión, lo cual debería bastar para que se levantaran todas las alarmas. No es casualidad ni mucho menos que los hechos hayan ocurrido coincidiendo con las conversaciones de Nueva York, auspiciadas por la ONU con representantes de Marruecos y el Polisario, como tampoco lo es la dureza de la acción. Mohamed VI ha querido hacer descarrilar cualquier posible acuerdo y ha actuado con tal dureza que ha quedado retratado ante al mundo como lo que es: un sátrapa capaz de entrar a sangre y fuego en un pueblo indefenso y desarmado. Dicen que lo ocurrido estos días , esta Intifada saharaui ha permitido que el mundo entero vuelva a recordar una causa totalmente olvidada que parecía no importar a nadie y yo, aun compartiendo la afirmación, dudo que la comunidad internacional se atreva a mover un dedo frente a la injusticia. Hemos visto a casi todos ponerse de perfil, incluido el gobierno español que se envuelve una y otra vez en las resoluciones de la ONU para no retratarse. Recuerdo la pasión y la vehemencia con que los socialistas defendían esa causa cuando estaban en la oposición pero ¡claro! ahora que gobiernan la cosa es harina de otro costal. España como antigua metrópoli dejó a ese pueblo abandonado a su suerte, por mucho que en su día fuera una provincia española y sus habitantes españoles de pleno derecho. No hace falta recordar que en estas tres décadas de conflicto ningún país ha reconocido la ocupación por parte de Marruecos de un territorio que jurídicamente no le pertenece y por mucho que el monarca alauí proclame la marroquinidad de esa zona, de lo que él llama "las provincias del sur" nadie las reconoce como tales. Sería absurdo no admitir que, para España, la situación es complicada, sobre todo cuando nuestro desleal vecino se siente el primo de "zumosol" amparado por Francia y EE.UU, pero ya está bien de que nos limitemos a poner la otra mejilla y agachar la cabeza cada vez que se produce una nueva bravuconada por esta u otra causa. España puede y debe hacer valer su peso en la Union Europea, cosa que no hace y desde luego afirmar sin tapujo que la única solución aceptable es la que decidan libremente los saharauis. Podría hacerlo pero, desgraciadamente, no lo hará. .