La peluquería

27/01/2018 - 13:25 Javier Sanz

Parecen escasear los peluqueros 'con experiencia'. La obra terminada y un mes después de sujetar el cartel el cierre no sube.

Ha tenido muchos usos: lo conocí como bar, de barrio, después se convirtió en tienda de cuentas de collar, en esos años en que se pusieron de moda los collares fabricados en casa, pasó más tarde a cafetería, pequeña pero elegante, y a continuación a especie de barra de alterne. El local, pequeño, muy cerca de casa, ha aguantado más reformas que operaciones soportaría un cuerpo humano.
    Durante las últimas semanas echaban el cierre y la persiana a medias, entraban y salían albañiles que descargaban sacos de cemento y tablones para un andamio de no mucha altura, faltaba saber el nuevo proyecto. Al fin leímos en un cartel sujeto con cuatro tiras de cello en el único ventanal: “Se necesitan peluqueros con experiencia”. De nuevo, España cañí. Montemos lo que sea, después, Dios dirá. ¿Una peluquería? Como esta. Ahí la tiene usted, ahora solo falta contar con quien protagonice el negocio, alguien que lave, marque, tiña, rice, alise, dé mechas, corte y peine, mejor aún si maquilla y hace la manicura.
    Parecen escasear los peluqueros “con experiencia”. La obra terminada y un mes después de sujetar el cartel, los sillones frente a los espejos y el suelo pulido, el cierre no sube y la acera, intransitada de entradas y salidas al negocio, sigue vieja, oxidada, como un fragmento de extrarradio. ¿Dónde se esconden los expertos peluqueros en el país de mayor densidad de academias del ramo por habitante? La peluquería que quieren abrir al lado de casa es el mercurio que mide la temperatura del país profundo. Hágase lo que sea, pero ya; después Dios dirá y si hay que cerrar aun sin abrir, procédase, y en paz, que el local resiste otro lifting sin rechistar. Ya levantó doña Esperanza en las afueras de la capital del reino hospitales sin médicos ni enfermeras suficientes, con o sin experiencia, y no pasó nada. Tampoco en la “Ciudad de la Justicia”, junto a la T4, donde no hallaron jueces, aquí sin experiencia, no fuera a ser que los otros rastrearan el presupuesto del engendro. Ahí sigue, símbolo de una época.
    Sale José Mota con una libreta en el bolsillo y un lápiz en la oreja y va tomando nota. Ante la evidencia, despide a los guionistas. Total…