La pos-verdad

14/05/2017 - 14:14 Ciriaco Morón Arroyo

“La pos-verdad es la culminación de la tiranía del relativismo que denunciaba el Papa Benedicto XVI”.

Siempre que me he encontrado con lenguaje abstruso en humanidades mi reacción ha sido que deseo escribir de los temas más hondos en castellano de Pastrana. Allí, desde luego, nunca oí la palabra “posverdad”, tan corriente ahora en círculos supuestamente intelectuales. El ordenador me subraya la palabra en rojo para indicarme que es un terminacho espurio. Ahora bien, posverdad no es sino el resultado de otros “pos” o “poses” que comenzaron a circular hace ya cincuenta años: “posestructuralismo” y “posmodernidad”, asociados con la “deconstrucción” en la lectura de textos literarios clásicos. La posverdad es la culminación de la tiranía del relativismo que denunciaba el Papa Benedicto XVI. El que lo denuncie un Papa es importante, pero más importante es la razón por la cual el Papa lo condena. El relativismo es una enfermedad psíquica o un juego de parásitos que justifican su alienación con la “pose”. ¿Estoy yo hablando desde una postura dogmática y de “facha” frente a movimientos relativamente exitosos del pensamiento contemporáneo? Al margen de mis actitudes personales, lo que importa es subrayar la inconsistencia de la postura relativista. La “deconstrucción” buscaba en los textos instancias de supuesta contradicción en las que el texto “se subvertía” (esta fue una palabra clave en el discurso posestructuralista o posmoderno) y venía a decir lo contrario de lo que objetivamente decía. Ahora bien, hablar de “objetividad” en la lectura de textos suponía, de nuevo, una actitud ingenua y dogmática. La respuesta a esa acusación es sencilla: cuando montas en un avión, si un botón dice “press”, quieres que el piloto obedezca la instrucción de apretar; y cuando compras un ordenador, sigues dócilmente las instrucciones de instalación y manejo. Al leer folletos para el uso de utensilios es absurdo hablar de deconstrucción. Pues bien, resulta inaudito que mientras la física, la astronomía y la biología extremaban el rigor y la precisión, conquistando el espacio y el genoma humano, los “humanistas” hayan jugado con el discurso hasta llegar al escándalo de la “posverdad”, despreciando el mensaje de los textos. Así nos va: nos envenena la atmósfera de mentira, deslealtad y corrupción. Pero siempre quedan fuentes limpias; por ejemplo, el Nuevo Testamento y las palabras del Papa Francisco. Más en concreto, me parecen preciosas estas sentencias de Antonio Machado: “La verdad es lo que es, y sigue siendo verdad, aunque se diga al revés”. “¿Tu verdad? No, la verdad, y ven conmigo a buscarla; la tuya guárdatela”. Para Machado la verdad es la luz sobre la realidad (“lo que es”), que surge del diálogo honrado, en el que no tratamos de imponer ningún dogma sino de revelar la realidad y los hechos como son. Por eso, su último aforismo sobre el tema es: “En mi soledad he visto cosas muy claras que no son verdad”. Efectivamente, nuestro pensamiento puede llevarnos a convicciones que nos parecen indiscutibles, y sin embargo, cuando las contrastamos honradamente con nuestros compañeros de diálogo, pueden presentarnos variables que se nos habían escapado y demoler nuestra seguridad. El lector verá que al hablar de diálogo he aludido dos veces a la honradez. La honradez es la actitud de desvelar realidad y descartar lo que se nos muestre falso. Al final, quizá nunca podamos estar seguros de que nuestras ideas son correctas, pero sí debemos tratar de que lo sean. Lo contrario de la posverdad es la veracidad, la honradez en la investigación de lo real.