Llamados a vivir en el amor del padre

18/09/2011 - 00:00 Atilano Rodríguez


  En ocasiones los cristianos hemos deformado la imagen de Dios. Arrastrados por una piedad popular desenfocada y por los criterios culturales del momento, muchos cristianos se han quedado con la concepción de un Dios lejano, impersonal, desentendido del mundo y despreocupado de las necesidades de sus hijos. Sin embargo, cuando tomamos el Evangelio en las manos y nos ponemos ante las enseñanzas de Jesús, descubrimos que esta imagen del Padre Dios no se corresponde en absoluto con lo que Él nos enseña y nos manifiesta a lo largo de su vida. Los mismos apóstoles, a pesar de convivir con el Señor y de escuchar sus enseñanzas, en los primeros momentos no tienen clara la identidad del Padre.

   Un testimonio fehaciente de este desconocimiento de Dios Padre, nos lo ofrece el evangelista San Juan, cuando nos presenta al apóstol Felipe pidiéndole a Jesús, en nombre de los doce, que les muestre al Padre. La respuesta de Jesús a los interrogantes de Felipe es clara y contundente: “Hace tanto tiempo que estoy con vosotros, ¿y no me conoces, Felipe?. Quien me ha visto a mí, ha visto a mi Padre?”. (Jn 14, 9). Esta respuesta de Jesús nos indica con claridad meridiana que en su persona, en sus palabras y obras, se hace visible y perceptible para toda la humanidad la verdadera identidad del Padre y su amor incondicional a cada ser humano.

   De hecho, los milagros de curación, la cercanía a los pecadores, las comidas con ellos y las enseñanzas a las multitudes expresan la preocupación de Jesús por mostrar la misericordia, la compasión y el amor infinito del Padre, que hace salir el sol y da la lluvia a justos y pecadores. Para no permanecer con una imagen desfigurada y confusa del Padre, todos tendríamos que acudir frecuentemente al Evangelio para descubrir lo que Jesús nos dice de su Padre. Entre otras muchas cosas, Jesús nos dice que El vino al mundo, no para hacer su voluntad, sino la voluntad del Padre y que su alimento consiste en hacer lo que el Padre quiere. Jesús se hace hombre para hablar a cada ser humano en nombre del Padre, para mostrarnos su corazón compasivo y misericordioso, para que todos nos identificásemos con sus sentimientos y criterios en la relación con el Padre y con nuestros semejantes. Estamos en los umbrales de un nuevo curso pastoral.

   Todos los miembros de la comunidad cristiana somos convocados por el Señor a progresar en el camino de la santidad y continuar impulsando la misión evangelizadora de la Iglesia con la fuerza del Espíritu Santo en la familia, en la parroquia y en la sociedad. Es esta una misión gozosa y todos deberíamos dar constantemente gracias al Señor por haber sido llamados y elegidos para ser continuadores de su misión. Pero será imposible realizar con fruto esta misión, si no encontramos tiempo para profundizar en el conocimiento de Dios Padre para vivir en su amor y para experimentar su misericordia. En la contemplación de Jesucristo, en la meditación de sus enseñanzas, todos podremos llegar a descubrir y a conocer la verdadera identidad del Padre. Feliz día del Señor, con mi bendición.