Los bosques

11/08/2017 - 12:06 Luis Monje Ciruelo

”Expulsa la Naturaleza a golpes, comentó Horacio en sus Epístolas”, Y ella, porfiada, retornará y volverá a ser lo que era.

Aunque soy un admirador del árbol solitario, del chopo que ha crecido aislado y que al amarillear en otoño parece disfrazarse de torero porque sus hojas semejan  alamares o peluconas de  oro, lo que a mí me llena de ilusión y colma mis deseos de abandonar la ciudad es el bosque de tal manera que a veces me parece una ilusión imposible. Salir al campo, al monte o al bosque los fines de semana es la ilusión de la mayoría de españoles que viven en las ciudades. Pero no es lo mismo salir al campo si en él no hay árboles. La ruralía sin árboles puede decirse que es naturaleza incompleta. Es necesario el bosque, no solo para renovar el aire contaminado que expelen las ciudades como gigantescos extractores de humos, sino también para que el hombre se acerque a Dios es esas catedrales góticas o románicas, según los árboles, de muros y columnas de hayas y pinos en el primer caso, o de robles o achaparradas encinas como solemne románico vegetal. En cualquier caso, el silencio y el misterio mágico del bosque nos emocionarán siempre y nos limpiarán el cuerpo y el espíritu de los malos humores de la ciudad. La Naturaleza, como escribió a el francés Buffon, es el trono visible de a majestad de Dios. ”Expulsa la Naturaleza a golpes, comentó Horacio en sus Epístolas”, Y ella, porfiada, retornará y volverá a ser lo que era. Es lo que estamos comprobando, desgraciadamente todos los días con los incendios forestales, provocados en la mayoría de los casos; incluso, a veces el fuego contribuye a reforzar los bosques,  en cualquier caso, el silencio y el misterio mágico del bosque nos emocionarán siempre y os limpiará el cuero y el espíritu de los malo humores de la ciudad. Porque el bosque no dolo es fuente de riqueza con sus producto y subproductos forestales  sino creador de vida y esperanza. El árbol, socializado  en la selva en el bosque en el monte, sería varita mágica de muchas economías. Con árbol se embellecería el desierto, la tundra y la sabana, y desaparecería el páramo, el erial y todas las tierras muertas. Pero no es su sentido práctico lo único que nos interesa que nos interesa. Pensamos en el bosque como lugar de esparcimiento, y de recreo, de descanso y de equilibrio para los cuerpos fatigados y lo nervios rehechos. El homo sapiens, el homo urbis necesita relajarse y nada mejor para ello que la Naturaleza, que nunca se muestra tan auténtica ni tan magnífica como en lo forestal. La magia del árbol. La atracción del bosque, se potencian a medida que se agigantan las ciudades y aumenta su contaminación.