Los nuevos

10/07/2015 - 23:00 Javier del Castillo

Una vez constituidos los gobiernos -con acuerdos y pactos para todos los gustos – lo que toca ahora es trabajar. Parece una obviedad lo que estoy diciendo, pero no lo es. No lo es porque en septiembre nos esperan elecciones en Cataluña y en noviembre o diciembre las generales. Y la experiencia nos dice que la gestión y la eficacia se ven perjudicadas inevitablemente y de forma directamente proporcional a la cercanía de la cita con las urnas. El nuevo mapa político español complica todavía más la eficacia en la gestión de los asuntos que más afectan a los ciudadanos. La llegada de formaciones de claro perfil populista a las instituciones no puede ser excusa para desviar la atención sobre las necesidades reales. Los ayuntamientos y los gobiernos autonómicos no están para dar grandes titulares, sino para facilitar la existencia a sus representados. No están para cambiar los nombres de las calles – algo que ya está proponiéndose en Madrid –, ni para ocurrencias, iniciativas demagógicas o guerras de banderas. Las batallas que realmente nos interesan no son precisamente las ideológicas, sino las que condicionan el bienestar de la gente. Para gestionar una ciudad o una comunidad autónoma hay que establecer prioridades y gastar el dinero recaudado en actuaciones que de verdad merezcan la pena. Con dos condiciones añadidas que pocas veces se cumplen: no dejar hipotecada y endeudada a la ciudad o a la comunidad correspondiente. En estos primeros compases de la nueva temporada he podido apreciar el empeño que ponen algunos por convertir la política en un juego de tronos. Aunque luego se retraten contratando como asesores y colaboradores a miembros de sus familias… Las exigencias de los nuevos están en algunos casos justificadas – limitaciones de mandatos, destituciones fulminantes de los corruptos, transparencia -, pero hay otras que solo son una rémora para el buen funcionamiento de las administraciones. Me parece bien que no se den cheques en blanco. Pero tampoco creo que sea buena cosa tener gobiernos secuestrados o sometidos a la voluntad de las minorías que los han hecho posibles. Las “tardes de gloria” están bien para Las Ventas o la Plaza de las Cruces. Nunca para torear en nuestras diputaciones, ciudades y comunidades autónomas.