Los últimos

29/01/2017 - 10:46 Antonio Yagüe

El futuro no puede pintar más negro para los 450.000 supervivientes censados hoy en casi 1.335 pueblos.

El drama será de mayores dimensiones que el famoso de los atrincherados de Filipinas. Lo vaticina el reciente e impresionante libro-reportaje del colega valenciano Paco Cerdà subtitulado Voces de la Laponia española. Un viaje de 1.200 kilómetros, entre la nostalgia y la melancolía, en el que recoge las palabras y trata de desentrañar los silencios y soledades de los postreros moradores de la denominada Serranía Celtibérica.
    La macrorregión, conformada por diez provincias con Guadalajara como “zona cero”, es la realidad más terrible de pueblos vacíos o a punto de desaparecer. Extremece la desolación del paisaje de los Montes Universales en pueblos hoy tan despoblados como Checa, Piqueras o Chequilla. Y el  testimonio de auténticos robinsones, como Matías López de Motos (pedanía de Alustante) y Faustino García de Tobillos (Anquela del Ducado), que sobreviven en la isla de 63.098 kilómetros cuadrados (el doble que Bélgica) que conforma la Serranía.
    El futuro no puede pintar más de negro para los 450.000 supervivientes censados hoy en casi 1.335 pueblos, con una densidad de población inferior a la de Laponia y Siberia juntas. Son, ante la indiferencia de los otros 45 millones de españoles, los protagonistas de un fenómeno que el autor bautiza como demotanasia, etnocidio silencioso o desierto con almas.
    Por las páginas de Los últimos desfilan pueblos donde la noche, negra y dura, cae a plomo, las escuelas se han cerrado o están a punto, las campanas se han jubilado, los niños se han vuelto tan raros como los perros verdes y apenas se recibe la visita dos días a la semana de un sacrificado panadero para dejarles un par de barras y algún encargo. Pueblos, con médico una vez a la semana y enfermero cada 15 días, en los que tocan de media hasta cinco farolas led por habitante y que ya no tienen ni cacique porque no hay nadie a quien someter. Es una zona biológicamente muerta y condenada a la extinción, a pasar a la historia, lamenta Cerdà.
    Un sentimiento parecido al que transmite José Antonio Labordeta, otro gran amante de estos lugares y protagonista de una reciente exposición en Molina de Aragón, en su canción sobre la despoblación: “Al aire van los recuerdos/y a los ríos las nostalgias/A los barrancos hirientes/van las piedras de tus casas/.¿Quién te cerrará los ojos/tierra, cuando estés callada?”.