Magnicidio

10/08/2018 - 13:50 Jesús de Andrés

Chávez denunció más de sesenta intentos de asesinatos contra él. 

 El asesinato de un gobernante, de quien ocupa un lugar preeminente en las instituciones del Estado, ha sido una forma de terrorismo usada a lo largo del tiempo en diversidad de regímenes y países. En España, sin ir más lejos, costó la vida a cinco presidentes del gobierno desde finales del siglo XIX (Prim, Canovas, Canalejas, Dato y Carrero Blanco) a los que habría que sumar los atentados fallidos, ya en democracia, contra Felipe González en 1985, a quien la extrema derecha pretendió volar en La Coruña en pleno desfile del día de las Fuerzas Armadas, o José María Aznar, quien en 1995, gracias al blindaje de su vehículo, resultó ileso tras la explosión de un coche bomba a manos de ETA. A ellos hay que añadir los intentados contra Alfonso XIII, el más célebre el día de su boda, en 1906, cuando un terrorista anarquista –Mateo Morral– lanzó una bomba al paso del cortejo, o Juan Carlos I, a quien ETA tuvo literalmente en el punto de mira.

Esta semana hemos asistido en Venezuela al supuesto conato de magnicidio de Nicolás Maduro con un dron que, tras una pequeña explosión, provocó la estampida de la tropa formada ante el presidente y el susto de su guardia personal. Más allá de si se ha tratado de una acción intencionada dirigida a acabar con Maduro y la élite bolivariana o de un fallo en uno de los drones oficiales que grababan el evento, el hecho ha tenido, como suele ser norma en aquel país, unas consecuencias que aúnan tragedia y farsa: la utilización de lo ocurrido para dar una vuelta más de tuerca a la represión de la oposición política y el ridículo de un mandatario que pretende ver épica donde sólo hubo una tropa atemorizada huyendo patéticamente ante el estallido equivalente a un petardo.

Chávez, el padre fundador de la hecatombe venezolana, denunció más de sesenta intentos de atentado contra él en una estrategia de distracción constante sobre la realidad de un país al que sus decisiones conducían al precipicio. El próximo 20 de agosto está prevista la emisión de una nueva moneda tras retirar cinco ceros al bolívar, que acumula una hiperinflación insostenible. Nada mejor que dirigir la atención hacia otro lado y magnificar pomposamente en lugar de aclarar lo ocurrido. Esta misma semana se ha hundido un barco de Conferry, compañía naviera que conectaba la isla Margarita con el continente. Sus 11 embarcaciones fueron expropiadas por Chávez en 2011. El barco hundido era el penúltimo que quedaba. Debido la incapacidad de gestión del chavismo, a la ineptitud de su modelo intervencionista, sólo queda uno. Todas las empresas expropiadas, que son legión, están en números rojos. Ese barco, y no el dron, es el símbolo de la Venezuela actual. Ese es el verdadero magnicidio, el que día a día se comete sobre el pueblo venezolano.