Manteros

25/03/2018 - 16:38 Javier Sanz

Antes de que se quemara esta falla de Lavapiés llegaron nuevos fogoneros, vestidos de morado, cantando  salmos a su favor y en contra del capitalismo.

No tienen ni denominación. “Mantero”, en nuestro diccionario, el de la Lengua Española se reserva al fabricante y vendedor de mantas, también a la mujer que cortaba y hacía mantos para mujeres, y aun esta segunda acepción está en desuso. Altos, fibrosos, mates, forman en las aceras de las capitales con bolsos, pañuelos o gafas de marca, falsos como el Judas del viernes. No salen del círculo del timo, el que les tocó en el bombo de su continente. La ilusión es saltar una valla de espinas y pisar Europa cruzando la puerta de Italia o de España, y correr, correr mucho, su vida ya es una Estafeta sin fin, sintiendo el hocico húmedo de los jandillas en los riñones, hasta que caigan tiesos, donde sea.
    Hace cincuenta años nos preguntaron en segundo de bachiller por qué se le llamaba a África “el continente del futuro”. No lo supo ni Rodríguez Tejedor, nuestro empollón oficial, hoy enderezador de sauces curvos. El profesor lo desveló: si bien vivía al día, su riqueza era tal que afloraría antes o después, no tardando mucho, y la transformarían sus nativos en oro de 28 kilates. Todavía no hemos localizado el guindo del que se cayó don Luis. Medio siglo y, salvo el sur, África es el escenario donde ensayan las potencias con el armamento que se les queda viejo, donde secuestran a las nativas por centenares, donde los dictadores ordeñan a la tribu para buscar destino en pisos de quinientos metros en les Champs Elysées.
    El jueves cayó uno de ellos en Lavapiés, consulado africano. Se llamaba Mame Mbaye. La policía municipal le batió el pecho durante media hora como si fueran los jefes de la UVI, impecables, hasta que llegó el SAMUR. No fue posible, la autopsia cantó: tenía un corazón de juguete que se paró en medio de la calle, como tantas veces. Ardió Troya con la gasolina de la rabia y ésta con la de la impotencia y ésta con la de la rebelión frente a un destino impuesto. Antes de que se quemara esta falla de Lavapiés llegaron nuevos fogoneros, vestidos de morado, cantando salmos a su favor y en contra del capitalismo, prometiendo la despenalización de su competencia ilegal frente al autónomo de catorce horas tras el mostrador. No guardaron el luto. Les faltaron al respeto. Tras el timo de la patera, el de las firmas del falso lujo que les suministra un gánster, llegaba el de la tribu del gran jefe “Coleta violeta”. Llegaban los Reyes Magos en marzo, con el megáfono caliente de la señorita Pepis. Qué difícil es guardar silencio cuando toca, en ley de respeto.