Marruecos

13/11/2010 - 00:00 Charo Zarzalejos

Marruecos, o mejor dicho, los desmanes abusivos de su Gobierno, se está convirtiendo para el Gobierno español en un asunto de opinión pública nacional. Tanto el Presidente como la ministra de Exteriores, que en dos días ha perdido su tradicional sonrisa, quieren presentarlo como un asunto de política exterior que además merece ser tratado en instancias internacionales. Esto segundo es cierto. El Gobierno marroquí, que demuestra todos los días su impudor para reírse de su "amigo español", sólo reaccionaria si, efectivamente, la comunidad internacional se pusiera seria y le lanzara las advertencias pertinentes con sus consiguientes consecuencias. Hasta el momento, el silencio, la indiferencia de la UE ante lo que está ocurriendo produce decepción y náusea. ¿Qué tiene Mohamed para que todos le rían las gracias?. El asunto quizás no este tanto en los poderes de Mohamed como en la debilidad de los saharauis que a los ojos de las democracias europeas son vergonzosamente invisibles. Pero el insoportable silencio internacional no exime a nuestro Gobierno de actuar con mayor contundencia. La prudencia se ha adueñado de los gestos y de las palabras. Es tanta la prudencia que se puede equivocar con el miedo. Pero resulta que no, que no hay temor alguno, según se encargó de explicar la ministra de Exteriores. "No hay temor alguno porque nuestras relaciones son sólidas". Si son tan sólidas, ¿qué es lo que impide que el Gobierno esté llevando a la perplejidad a la opinión pública española?. Un importante número de periodistas españoles, además de ser expulsados, han sido objeto de un trato absolutamente impropio para unos nacionales de un país amigo. Un país amigo que se ha excedido en los paños calientes con un régimen insoportable; que cada paso que ha dado ha tenido que ir acompañado de importantes cantidades de dinero, que al final nadie sabe para qué ha servido. El Gobierno, por muchos intereses españoles que tenga que defender, no puede ni debe mantener la actitud mantenida hasta el momento. La visita de Moratinos a Tánger viene a introducir un elemento más de confusión. En el asunto más "caliente" que el Ejecutivo tiene entre manos, la ministra de Exteriores, por muchas explicaciones que se den, parece haber quedado relegada. No es de extrañar que entre unas cosas y otras, su tradicional sonrisa se haya quedado helada. De todos modos, Marruecos ya no es solo un problema de política exterior, es ,antes que nada. un problema de opinión pública nacional, que demanda del Ejecutivo, cuando menos, un relato serio de lo que ocurre y de por qué tanta suavidad con un Ejecutivo como el de Mohamed VI, que al parecer tiene poderes que a todos se nos escapa. ¿Qué controla el terrorismo?, pues si deja de hacerlo Marruecos sería la primera víctima. ¿Qué dejaría de controlar la inmigración?, pues se pone más Guardia Civil. ¿Qué las empresas españolas que allí están entrarían en situación de riesgo?, pues qué le vamos a hacer. El ambiente en España se está caldeando como indica la ocupación de una sede socialista en Madrid y la propia manifestación celebrada ayer en Madrid. Marruecos y su actitud, así como la del propio gobierno español está consiguiendo más movilización que la crisis económica. No se trata, ni mucho menos, de nuevos "perejiles", pero entre Perejil y esta blandenguería casi viscosa del Gobierno hay tramo bastante para que los principios no tengan que sucumbir, todos a la vez, a los intereses. Y si Mohamed VI se enfada, pues paciencia. Ya se le pasará . .