Masegoso

13/05/2017 - 13:32 Luis Monje Ciruelo

A los postres de la comida que ofrecí a hijos y nietos el sábado pasado en un restaurante de Masegoso, en plena Alcarria, con motivo de mis 93 años, les dirigí unas breves palabras sobre el papel de los abuelos en la familia, palabras que quizá puedan interesar a otros abuelos,y por eso las traigo aquí. No se me ocurrió ponerme a darles consejos a mis nietos  por si alguno de ellos, casi todos universitarios, había leído, como yo, la sentencia del cordobés Séneca, quien dijo que los ancianos damos consejos porque ya no podemos dar malos ejemplos. Y no lo hice, no por lo que escribió Séneca, sino porque soy consciente de que en una reunión de jóvenes nietos, que sólo se ven  todos en estas ocasiones, unos porque viven en otra ciudad y otros porque están pefeccionando idiomas en el extranjero, y, además,  cada uno con su móvil, conteniéndose para no usarlo, me pareció que no era el momento de endilgarles aburridas divagaciones sobre el papel de la familia. Así que me limité a provocar su atención pidiéndoles, para empezar, que no se rieran si les decía que su abuelo era como un clavo en la familia, aunque me apresuré a aclarar que en realidad no era un clavo, sino un clavillo, y les invité a ver  lo que el diccionario dice de clavillo: “eje que une una serie de varillas para formar un abanico”.  En nuestro caso, por tanto,  ellos eran las varillas, yo el clavillo y la familia el abanico. Aproveché para decirles que durante el Romanticismo, a partir del siglo XVIII, era costumbre que las mujeres les pidieran a los poetas en las reuniones sociales, versos para sus abanicos, y yo mismo, que me creían poeta porque escribía en los periódicos, tuve que escribir algún poema, de mi puño y letra, en los abanicos de amigas de mi mujer. Y, claro está, su abuela no iba a ser menos, así que le dediqué estas dos décimas o espinelas en sendos abanicos.  A continuuación las copio: “En estas finas varillas que tu mueves con salero/ el aire es más retrechero/ que en un millar de Sevillas/ Por eso, aunque te dedico / mis versos nadie se extraña/ pues yo sé, y lo certifico/, que es dueña de este abanico/ la más hermosa de España” El segundo era: “Cuando lo llevas, airosa,/ dos cosas me ha recordado:/ Un cetro, si está cerrado/,  si abierto, una mariposa,/ y si olvidado reposa/ con su color vario y rico,/ que te abaniques suplico/ con tu gracia sin igual/ que a España le falta sal/ por dársela a tu abanico.” Y les conté que mi amigo Jesús García Perdices, poeta romántico moderno,/ tenía una facilidad pasmosa para improvisar quintillas y cuartetas pra los abanicos de sus amigas. Y me alegré de esta ocasión para recordarle.