Matracas

18/11/2017 - 12:41 Antonio Yagüe

 “Dejad de dar la matraca”, pedían nuestros padres cuando nos poníamos pesados e insistentes en alguna cosa.

Parece que no está solo el empresario asturiano Rodolfo Cachero, preso de confianza por delitos económicos, que pidió el cambio de la celda que compartía en Soto del Real con el presidente de la ANC, Jordi Sánchez, porque “no aguantaba su matraca” con el tema del independentismo. Los comunicólogos han detectado que el ‘raca-raca’ catalán, con permanentes directos, entrevistas, y debates con tertulianos de pago y políticos chillones, también está llevando a un hartazgo mediático y provocando la huida de muchos medios.
    En la fuga de un mundo informativo politizado y convulso, Radio María, la emisora católica por excelencia, está sirviendo de refugio como bálsamo y sosiego. Según su director, el padre Luis Fernando de Prada, la audiencia de la emisora, que acaba de cumplir su mayoría de edad, se ha disparado hasta sobrepasar el millón y medio de oyentes. La clave es muy sencilla. “Aquí no entramos en política ni polémicas ni confrontaciones. Hablamos de paz”, asegura.
    Toda la programación se inspira en la doctrina católica, pero tampoco es una emisora en la que se esté todo el día rezando. La oración es la columna vertebral durante 4 de las 24 horas. Sin embargo, también tiene programas dirigidos fundamentalmente a promover el bien social. Destaca uno encaminado a los presos, Libertad a los cautivos, comandado por el padre mercedario Josep María Carod, capellán de una cárcel de Barcelona. Quizá lo sigan o deberían seguirlo ‘jordis’, ‘exconsellers’ y convictos del “procés”. Hay otros orientados a los pescadores, los gitanos, los discapacitados… Y entre los más escuchados figuran los de música clásica y canto gregoriano, que incitan a la serenidad, de pintura y otras actividades culturales.
    Al final, aunque todavía no sea mayo, todo nos devuelve a cánticos de nuestra infancia. “Venid y vamos todos, con flores a María…” Y a las matracas o carracas de Semana Santa. De niños se usaban en mi pueblo para convocar a la gente a los santos oficios, ante la costumbre de silenciar las campanas. Era algo que se convertía en ensordecedor, molesto y repetitivo. “Dejad de dar la matraca”, pedían nuestros padres cuando nos poníamos pesados e insistentes en alguna cosa que terminaba cansándoles y casi sacándoles de las casillas. A los del ‘procés’ y su cohorte de medios, les vendría que ni pintado.