Mister Mas hacia la tierra de la leche y de la miel

14/09/2012 - 00:00 Antonio Pérez Henares




El nacionalismo catalán, autotitulado como moderado, ha enseñado, tras 30 años de exigencias y demandas para “encajarse” en España, sus cartas. Su objetivo es, y ha sido siempre el descuajarse, la secesión pura y dura, y todo lo andado no ha sido si no una hoja de ruta en pos del objetivo final. Mister Más, que antes que español tiene como lengua el ingles, declaraba antes de la Diada: “Nunca en la historia ha estado Cataluña tan cerca de su plenitud nacional”. Gran verdad y prueba de su mendacidad torticera. Cataluña nunca fue una nación independiente, ni en concepto moderno de Nación, ni como reino medieval y han sido los 30 años de democracia quienes han dado este enorme nivel de autonomía, autogobierno y respeto a sus hechos diferenciales.

  O sea, que España y su Constitución han hecho y otorgado todo lo que estaba en su mano y aun más para que los catalanes se sintieran respetados y amparados como tales en el conjunto del Estado. Pues bien, llegados ahí que queda. Pues el truco del pacto fiscal, que si se acepta es la previa a la total independencia total ya con todo en la mano y si no pues igual, la independencia total. La gigantesca manifestación, no hace faltar inflar las cifras para calificarla, ha puesto de relieve el triunfo de toda una pertinaz, continua y obsesiva repetición de un mantra, que ha calado y empapa el sentimiento de buena parte de los ciudadanos catalanes. Son victimas. Son despreciados, oprimidos, vejados y, aún peor, saqueados, robados y arruinados por España. Lo primero lo niega la propia constatación de Mas y la evidencia, lo segundo encubre el terrible fracaso económico.

  La deuda antes de tripartito era de 10.000 millones, el pipirrana PSC con ERC la subió y don Artur la ha llevado en nada a los 43.000. La culpa, claro, hay que echársela a alguien y ese no es otro que el enemigo exterior: España. El nacionalismo tiene en ello siempre el reducto victimista y ahora el señuelo de que con la independencia llegaran a la tierra prometida donde de las piedras mana leche y miel. Ello es lo que ha sembrado durante decenios una ideología, tan reaccionaria como tribal, de que el otro es el malo, el perverso enemigo.

  El odio a todo lo común, desde lengua a símbolos o a cualquier tipo de tarea conjunta y hasta de triunfo compartido, incluso unas olimpiadas, es el caldo cuya lumbre se ha atizado sin descanso. Pero lo terrible ha sido la connivencia y colaboración necesaria de quien debía combatir tales ideas. Si hay una seña de identidad de la izquierda es que no son los territorio, ni las hectáreas quienes tributan y votan. Lo hacen las personas. Y si estas son más ricas debe de pagar mas. Y ello no significa que quienes más paguen tengan ni mas derechos ni mayores privilegios.

  Ese es el santo y seña, el cogollo de la ideología y los principios de la izquierda. Que en Cataluña han sido trasmutados y traicionadas sus gentes pasándose con armas y bagajes al nacionalismo. Y así están. De hegemónicos y gobernantes a desnortados y sin espacio ni discurso. Lo han entregado junto a sus bases atados de pies y manos. De esa connivencia y de la renuncia a los principios no se ha salvado nadie y son lo que ahora se presentan en su verdadera y suicida dimensión. La primera la sistemática cesión, la ofrenda continua de apaciguamiento en la que todos los gobiernos y partidos nacionales han caído genuflexos. Gonzalez, más aún Aznar y llegado ya al paroxismo de la alucinación Zapatero quien de manera delirante vino a decirles que el primer nacionalista catalán era el y que pedid, aunque sea que rompa la Constitución, y se os dará. os.

  El esperpento final de un cordobés de nacimiento, Montilla, haciéndose traducir al español lo escefinica todo. Y el brete de una ex ministra de defensa como Carmen Chacón pretendiendo liderar el socialismo español partiendo de una organización donde buena parte alienta la secesión de España resume el autentico disparate en el que andan metidos y nos han metido a todos. Pero hoy no es el momento de llorar sobre la leche derramada. Hoy tenemos delante el peor de nuestros problemas, incluso peor que el económico al que sin duda contribuye a agrandar.

  El problema es de todos y puede, que aunque hoy exultantes más que de nadie de quienes gritan por su separación. ¿Qué tienen delante?. La salida de España, que sería en todo traumática, desde lo económico a lo mas vital y personal, aunque ahora le parezca liberador. Un divorcio a las malas tras 500 años de matrimonio tienen secuelas atroces y una cosa es la bravata de me voy de casa después de una borrachera emocional con la pandilla y otra el tenerse que ir después. Y la salida de Europa, cuya bandera también quemaban ayer, que quizás se les oculte pero que viene como factor añadido de sima económica a añadir a la que no diluye hoy el agitar de bandera de ayer.

  Por otro lado, hastíos aparte, España y los españoles, tendríamos también mucho y muy importante que perder y lo sufriríamos más allá de lo que ahora ciertos arrebatos puedan llevarnos a pensar, que si nada tenemos que decir allí así nos libraremos de una vez de que sean ellos los que deciden en tanto y en casi todo aquí. Pero habrá de ser quien busca y amenaza con el precipicio quien se aleje de él. No puede ya retrocederse desde el lado del Estado ni un paso más.

  No cabe ante la evidencia expuesta ni una concesión. El pacto fiscal exhibido por Mas es ahora mas que ayer algo por lo que no puede ni siquiera transitarse como aproximación. Si en la hoja de ruta está marcado próxima parada la secesión habrá que ver quien se sube o se baja del tren y a lo mejor los propios catalanes empiezan a ver que una cosa es gritarla y otra gestionarla. Pero ya ni una concesión más a quien ayer las desprecio todas. Tal vez, aunque la experiencia conduce al peor pesimismo, algunos aprendieran ayer la lección. Incluidos los socialistas.

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