Movilización social

29/05/2017 - 14:20 Jesús Fernández

¿Cómo pueden hablar de populismo cuando sacrifican el progreso de todos  a sus postulados o guerras internas partidistas?

La vida democrática de un pueblo tiene dos almas, dos raíces, dos caras: las instituciones representativas  y la movilización social, el Parlamento y la calle. Parlamentarismo o callejerismo. Cuando creíamos que ambas dimensiones eran decisivas para definir el perfil de los partidos, de acuerdo con el uso que se hiciese de ellas, ahora nos encontramos con que no son incompatibles. Todos los partidos cultivan estos dos modelos de inyectar  energía política en la población. Cada uno alimenta a sus secuaces, a sus huestes con lo que convenga en cada momento. Lo que Unamuno llamaría, con sorna y sin querer ofender, alfalfa ideológica  para los borregos de los partidos. Las nuevas generaciones de políticos conjugan ambas posiciones, es decir, están en el Parlamento cobrando, replicando y están en la calle agitando, mitineando. O simplemente, terminan con el dualismo y  convierten el escaño parlamentario en un discurso mitinero, en una arenga destinada  a los medios de comunicación.
    El problema trasciende a estos planteamientos.  O dotamos al Parlamento de mayor sensibilidad popular para hacerse eco de los problemas de la población o trasladamos la voz y la protesta a los representantes del descontento y la indignación. Mientras  pensábamos que los llamados movimiento sociales quedaban simplemente en eso y carecían de incidencia o influencia en las instituciones, ahora vemos que son capaces de incidir en la configuración de las instituciones democráticas y parlamentarias. De la desestructuración de la conciencia popular, más o menos salvaje, han pasado a la estructuración institucional. Mucha atención a este paso decisivo en democracia.
    En política, hay que entender los procesos. Y sobre todo las conexiones. Lo que sí lamentan y odian ciertas formaciones políticas  es la existencia de paz social, moderación antropológica, progreso económico, estabilidad, pues ellos juegan y apuestan por la alteración, el conflicto, la agitación social, el enfrentamiento y la confrontación entre sectores. El pueblo debe saber que, por estas razones, algunos grupos se oponen a la aprobación de proyectos o planes que aportan riqueza al conjunto y benefician al bien común. ¿Cómo pueden hablar de populismo cuando sacrifican el progreso de todos  a sus postulados o guerras internas partidistas? En democracia hay muchas razones incomprensibles.
    El problema fundamental de una democracia es la exclusión. Hay muchos sectores o ciudadanos que se sienten descartados y excluidos por los demás y que desemboca en una crisis pues rompe el sentido de la igualdad de oportunidades. El pueblo condena pero también absuelve a los malos políticos. Necesitamos un proceso de reformas y eso sólo lo consigue la democracia capaz de reformarse a sí misma.