Naranjitos
Albert Rivera, con el que coincidí hace algún tiempo en ese Palacio de Correos que piensa desalojar Esperanza Aguirre si consigue ser alcaldesa, es un político de trato afable, joven, valiente, luchador y con propuestas sensatas de cambio. Lleva dos legislaturas luchando en el Parlamento Catalán contra los elementos. Diciéndoles a Artur Mas y a Oriol Junqueras que sólo representan a una mínima parte de la sociedad catalana. Explicándoles cómo tienen que defender Cataluña desde dentro de la Constitución y de la unidad de España. No, no es un recién llegado, dispuesto a pescar votos en el río revuelto del cabreo, la desafección y el desencanto. Al presidente de Ciudadanos le he escuchado decir verdades como la catedral de Sigüenza en distintos foros. Sin levantar apenas la voz, mirando de frente y argumentando bien sus razonamientos. El naranjito de nuestro paisano Rafael Hernando es español en Cataluña y catalán en España, como hasta hace poco lo venían siendo millones de personas con partida de nacimiento o de empadronamiento en tierras catalanas. El líder de Ciudadanos tiene un pasado, como todo el mundo, pero sobre todo tiene un futuro. En el Partido Popular es lógico que estén preocupados. Se han dado cuenta tarde, como en tantas otras cosas de los votos que les puede quitar en el caladero donde ellos pescan y han decidido atacarle por tierra, mar y aire. Albert Rivera, al que tan poco caso han hecho los Hernando y compañía cuando levantaba la voz en los dominios del nacionalismo catalán, ha cruzado el Ebro y amenaza con extender Ciudadanos a todo el territorio español, por mucho que le pese al Partido Popular y a la cada vez más irritable Rosa Díez. Vamos, que les ha salido un grano en salva sea la parte, con las consabidas incomodidades que ocasiona siempre tener que ceder parte de tu territorio a un recién llegado. Los políticos con más solera uno de ellos me decía el verano pasado que Podemos iba a durar cuatro días tendrán que acostumbrarse a practicar el siempre saludable ejercicio del relevo generacional. Hay gente nueva que quiere acceder a la política por otros cauces que no son los del enchufe, el compadreo o la recomendación del líder de turno. Y uno de ellos es precisamente Albert Rivera.